Por Juan Carlos Aguilar. Publicado originalmente en Comikaze #11 (febrero 2011).
¡Historias sorprendentes, emocionantes, asombrosas! ¡Más de cien páginas con lo mejor de la ciencia ficción! Androides malévolos, hormigas gigantes o peligrosas batallas intergalácticas. Todo por el increíble precio de 25 centavos.
Pero esperen, hay para todos los gustos: ¿Qué tal historias de terror, fantasía, amor, vaqueros, detectives o boxeo? ¡Incluso una sobre aventuras de agentes del FBI! Y para los excéntricos, aquella otra que incluye únicamente tramas con aeroplanos.
Cada mes o dos, cientos de revistas aguardan en los puestos de periódicos a que millones de jóvenes se cautiven con los nuevos relatos. Sus coloridas portadas difícilmente pasan desapercibidas, incluso para el observador más despistado.
Herederas directas de las novelas de folletín del siglo XIX, se trataba, ni más ni menos, de una exitosísima propuesta editorial (adoptada por múltiples firmas) que no solo cautivó a sus fieles lectores, sino que marcó sus vidas para siempre. Con ustedes, las siempre entrañables…¡pulp magazines!
Pero aceptemos la verdad desde el principio: eso fue en otro tiempo. Así que aquí una propuesta: viajemos un momento al pasado y conozcamos algunas de ellas.
¡Weird, Astounding, Thrilling!
Es 1936 y Estados Unidos (al igual que otros tantos países) aún padece los estragos de la crisis económica de 1929. Son años difíciles que, poco tiempo después, se recrudecerían con el inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la eventual participación de EU en el conflicto. Todo es incierto; el miedo está a flor de piel.
Los más jóvenes tienen pocas opciones de entretenimiento y… poco dinero. No es mucho lo que se puede hacer con 35 centavos en el bolsillo. En aquel entonces, un pan costaba un centavo y una comida completa 25. ¿Qué comprar entonces?
La respuesta la daría el pequeño puesto de periódicos que, en medio de decenas de publicaciones de todo tipo, mostraba algo diferente, único: un conjunto de revistas que ya desde sus títulos vaticinaban lo más sorprendente.
Ahí estaban Amazing Stories, Astounding Stories, la familia de las Thrilling (Wonder Stories, Mystery, Adventure y Detective), Weird Stories, Flash Gordon’s Strange Adventure Magazine, Dan Dunn Detective, Doc Savage, The Spider, Horror Stories, Terror Tales, Dime Mystery Magazine, Dr. Yen Sin, Operator # 5, Spicy Mystery Stories, The Shadow, y un muy largo etcétera.
Una buena compra sería la ya para ese entonces emblemática Amazing Stories por 25 centavos, y el más reciente número de Dime Mystery Magazine, por solo diez. Dos selecciones de lujo para leer en casa.
La época de apogeo de este tipo de publicaciones, que se dio durante las dos décadas ubicadas entre las dos Guerras Mundiales (estamos en 1936, ¿recuerdan?), llegó a aglutinar más de 200 pulp magazines, llamadas vulgarmente así por la baja calidad del papel del que estaban hechas: pasta o pulpa de papel, literalmente.
Los pulps abordaban diferentes temas y tenían diferentes formatos, aunque las primeras publicaciones de este tipo tenían una medida estándar de 17.5 x 25 centímetros.
Era tanta la oferta (iban dirigidas a poco más de 25 millones de lectores) que, evidentemente, no todo lo que se publicaba era de calidad. Muchas revistas ofrecían simples refritos de malas historias de amor o suspenso: demasiados lugares comunes y argumentos inverosímiles que no atraparían ni al más inexperto de los lectores.
Sin embargo, y he aquí lo destacable, no todas formaban parte de este deshonroso conjunto. Un grupo selecto ofrecía literatura de calidad a toda prueba. Fue el escaparate de decenas de escritores que en las décadas siguientes se convertirían en los grandes maestros, y el regocijo de jóvenes lectores que por primera vez eran tratados con respeto.
Nombres como Jack Williamson, Murray Leinster, Hugo Gernsback, Stanley Weinbaum, Isaac Asimov, Robert Heinlein, Arthur C. Clarke, Lester del Rey, A.E. van Vogt, entre muchos otros, publicaron de manera cotidiana en varias pulps. Todos ellos establecieron un estilo de narrar y ciertos tópicos que definirían el género, incluso hasta nuestros días.
Muchos de los relatos, hoy disponibles en varias antologías, son excelentes ejemplos de lo que debe contener una buena narración. Algunos, al ser cuentos que se completaban luego de varias entregas, tenían la obligación de que el autor lograra mantener durante varios meses el interés en los lectores.
El inicio de un estilo
Todo esto ocurrió durante la segunda mitad de los años 30 y hasta la década de los 50 del siglo pasado. Si viajamos un poco más atrás en el tiempo, sólo un poco, veremos el verdadero origen de este tipo de revistas.
¿Cuál fue la primera revista netamente pulp? Los especialistas coinciden en darle el crédito a The Argosy, que en 1882 nació como una pulcra publicación, pero que en 1896 se convirtió en pulp. La revista fue creada por Frank A. Munsey, un antiguo telegrafista de Maine, que creía que los relatos son más importantes que el papel en el que se imprimen.
A partir de ese momento, otras publicaciones, sin llegar aún al exceso, comenzaron a utilizar el papel imprimible más barato del mercado, con lo cual se aseguraba un precio por ejemplar que iba de los 10 centavos a un máximo de 25. Como el papel estaba compuesto por madera triturada en lugar de virutas de madera, era de fibra muy corta, lo que la hacía frágil y difícil de conservar.
Aquellas primeras pulps que se editaron entre el fin del siglo XIX y el inicio del XX contenían una miscelánea de temas y casi siempre recurrían a la reimpresión de textos de autores conocidos. Pocas sorpresas.
Fue hasta 1915 cuando surgió la primera publicación especializada. Se llamaba Detective Story, de la firma Street and Smith. Y cinco años después, en 1920, Black Mask, revista policiaca mensual fundada por H. L. Mencken y George Jean Nathan, que en la actualidad es considerada la publicación más representativa del género por su contribución al desarrollo del relato policial americano.
Fue Black Mask, y no otra, la que describió por primera vez que la irracionalidad, la osadía y el cinismo estaban triunfando sobre cualquier intento de orden social. En otras palabras: aportó a la literatura un nuevo tipo de relato policial, muy diferente al británico, en el que la alteración del orden era una excepción a la regla.
Muchos narradores publicaban en otras revistas, pero sólo los mejores lo hacían en Black Mask. Y como ejemplo tenemos firmas como las de Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Carroll John Daly, Erle Stanley Gardner y Norbert Davis.
Esto apenas era el inicio de las grandes sorpresas que vendrían después. Para 1922 saldría a la venta la tercera publicación de corte gangsteril: Detectives Tales, editada por Jacob Henneberger, quien en marzo del siguiente año lanzó la primera publicación de literatura fantástica: Weird Tales.
Alienígenas, robots y rayos cósmicos
Y cuando parecía que no había mucho que hacer en el campo editorial, surgió, en abril de 1926, una de las revistas pulp más importantes de toda la historia: Amazing Stories, ¡la primera dedicada exclusivamente a la literatura de ciencia ficción!
Si bien es cierto que, al principio, su director, Hugo Gernsback, reeditó relatos de autores como Julio Verne y H. G. Wells, la verdad es que muy pronto Amazing se convirtió en un semillero de grandes talentos, casi todos ellos estadounidenses.
Esta sola publicación detonó la creación de muchas más, acaso la más importante sea Astounding Stories (después convertida en Astounding Science Fiction). El mismo Gernsback lanzó en 1929 Science Wonder Stories, Air Wonder Stories, Wonder Stories Quarterly y, en 1930, Science Detective Monthly, después transformada en Amazing Detective Tales. En 1931 apareció además Miracle Science Fiction and Fantasy Stories.
Para 1936 habían más de 200 pulp magazines distribuidas por todo el país, que involucraban a más de mil 300 autores, de los cuales 300 se ubicaban en Nueva York, donde se concentraba la mayoría de las casas editoriales.
La imaginación no encontró límites: Super Science Stories, Famous Fantastic Mysteries, Marvel Science Stories, Planet Stories, Galaxy y una llamada Science Fiction (así, a secas) fueron otras propuestas que inundaron el mercado.
Fuera de los Estados Unidos hubo también revistas pulp, sobre todo en Inglaterra, como Tales of Wonder (que publicó las primeras obras de un joven Arthur C. Clarke) y Fantasy. Sin embargo, algo es irrefutable: las pulps, así como las historias que contenían, ya fuesen policiacas, de ciencia ficción o historias del oeste, son un fenómeno enteramente estadounidense.
Tesoros de colección
Después del auge, vendría lo inevitable: la desaparición paulatina de casi la totalidad de las publicaciones. Para el especialista Herbert Ruhn ocurrió algo muy sencillo: “Así como las pulp magazines desbancaron a las novelas de bolsillo, ahora las pulps desaparecían de mano de los revistas de historietas”. Esa fue la estocada final.
Pero, ¿dónde se encuentran los millones de ejemplares que se imprimieron durante varias décadas y que incluso se exportaron a Europa? Quedaron reducidos a cenizas. No existen más. La Biblioteca Pública de Nueva York resguarda algunos ejemplares de distintos títulos, pero dicha colección ocuparía apenas unas cuantas cajas.
Por su parte, algunos viejos coleccionistas resguardan como un tesoro sus maltratadas revistas, por las cuales muchos de nosotros daríamos, gustosos, una muy buena cantidad de dinero.
Ellos se encargarían de rechazarla.
Nuestro colaborador
Periodista cultural, divide su tiempo entre una revista radiofónica y sus colaboraciones para el semanario Alarma! que, según han dicho sus familiares, lo han dejado con la mente perturbada. Lector obsesivo de novelas de ciencia ficción y policiacas, así como de todo lo relacionado con la nota roja, es enemigo acérrimo de los chayotes y las espinacas. Viste gabardina, fuma pipa y lee con monóculo.
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