Vegetales subnormales: Flaming Carrot y el superrealismo

Por Rodrigo Vidal. Publicado originalmente en Comikaze #15 (enero 2012)

 

¿Cómo se transforma la idea más loca en un cómic? ¿Puede el sinsentido ser la guía para crear una historieta? Bob Burden supo transmutar sus problemas y complejos en una auténtica bomba de catarsis, al mismo tiempo que nos entregó a uno de los ¿súper? héroes más extraños que jamás se hayan publicado.

La segunda mitad de los años 70 y la primera de los 80 fue una etapa dorada para el cómic estadounidense. El mercado directo se estableció, lo que significó un gran empuje para el cómic independiente, permitiendo que surgieran proyectos que no tenían nada de complacientes. Ahí está el ya mítico Cerebus de Dave Sim, que comenzó como una parodia de otro cómic que bien podría ser considerado experimental, Conan el Bárbaro**, para después mutar en un anaquel de las angustias, complejos y quejas del autor. Y claro, también tenemos a los quelonios favoritos de todos, las Teenage Mutant Ninja Turtles, cuya aparición marcó un hito en el cómic subterráneo y volvió millonarios a sus creadores.

Fue en este ambiente que surgió un cómic relativamente poco conocido fuera de Estados Unidos, pero atractivo tanto para los lectores de cómics de superhéroes como para los de otros géneros: The Flaming Carrot, una historieta tan rimbombante como su nombre, la cual fue el vehículo para que Bob Burden pudiera contar las más insólitas e inauditas aventuras de este antihéroe.

“Habiendo leído 5000 cómics de una sentada, debido  a una apuesta, este pobre hombre sufrió daño cerebral y se hizo nombrar The Flaming Carrot”.

Así comienzan las aventuras de este moderno quijote neoyorkino. Lo que a primera vista parece un comentario en contra de la lectura de cómics, es en realidad una forma de burlarse del estigma de inferioridad que ha caracterizado a  las historietas y sus creadores. De hecho, todos los números de las distintas series que se han publicado sobre el personaje tienen comentarios de este tipo, hechos ex profeso para mofarse de la censura, así como de la cerrazón mental del público y las autoridades estadounidenses promedio.

The Flaming Carrot no es un panfleto sobre la libertad de expresión, pues simplemente utiliza un medio (el arte de autor) para evidenciar lo absurdo del mundo real y del mundo ficticio comiqueril. Describirlo como superrealista sería menospreciarlo, dado que no solo incluye elementos de ese tipo. El absurdo, en su vertiente literaria, también abunda en sus páginas y de hecho es lo que se convierte en su marca de fábrica. Los fanáticos del humor de los hermanos Marx podrán darse una idea del tipo de chistes que aparecen en sus páginas, y también sabrán que ese humor requiere de un ingenio mayúsculo para que funcione, lo que no es problema para Burden, quien conoce la manera de sacar chistes de las situaciones más inesperadas.

Las referencias a otras obras de arte también son un elemento imprescindible de este cómic. Con una irreverencia total, el creador lo mismo homenajea que desmitifica a los beatniks, los poetas malditos, el Quijote, Woody Allen, la película El Séptimo Sello, la cantante Kim Carnes, Los Beatles, diversas obras literarias e incluso otros cómics (será tarea del lector descubrirlos).

¿Y de qué trata este cómic? La anécdota es  muy sencilla: Después de perder la razón por tantos cómics leídos, nuestro amigo decide atacar la infamia y la trapacería portando una máscara gigante de zanahoria con llamas en la parte superior, así como un par de  aletas de natación (hay quien dice que lo hace porque no sabe amarrarse las agujetas). Al no tener superpoderes, depende de un cinturón con los más insondables artilugios y de un pogo stick (también conocido como canguro) impulsado con energía nuclear. Gracias a esto, y a mucha buena suerte, la Zanahoria puede perseguir, combatir y aniquilar a sus enemigos, que van desde mafiosos de poca monta hasta cerdos invasores de Marte, pasando por comunistas y supervillanos inauditos.

Entre sus personajes de apoyo están el Dr. Heller, científico a quien no llamaremos loco pero sí heterodoxo; La Muerte, un personaje desencantado de su ¿vida?, quien solo quiere relajarse, y un equipo de superhéroes conocido como los Mystery Men (sí, esos de la película). Cabe mencionar que un punto a favor de este cómic es que dicho súper equipo está conformado por personajes que son en su mayoría obreros, lo que le otorga un toque de originalidad al cómic, al tratarse de gente que posee superpoderes más corrientes que comunes.

Estamos pues, frente a un título que toma los elementos clásicos que conforman a un cómic de superhéroes, pero al estar escrito de una manera superrealista trastoca lo que podemos esperar de él, ya que ese es uno de los objetivos del superrealismo: poner en perspectiva lo común de la realidad y convertirlo en algo inquietante, al mismo tiempo que lo vuelve sumamente atractivo. Así, las aventuras de la Zanahoria Llameante valen la pena ser leídas no por originales, si no porque permiten descubrir que la vida no debe ser tomada tan en serio, sino que únicamente debe ser vivida.

A la fecha se han publicado 31 números de la serie regular y un especial, además de las primeras apariciones del personaje, acontecidas en la revista de antología Visions, y múltiples cameos en distintos cómics independientes. La Zanahoria también ha participado en crossovers con las Tortugas Ninja, y tuvo su propia serie de tarjetas coleccionables. Su autor es reconocido dentro de la escena subterránea  y personalidades como Erik Larsen (autor de Savage Dragon) lo defienden a capa y espada, además de ser influencia directa de Kevin Eastman y Mike Allred. El cómic Madman, de este último, le debe muchísimo al genio de Burden, tanto que su personaje parece ser una copia del encapotado zanahoriesco.

Pocas historietas logran tener impacto en una industria que, al menos en la actualidad, se exige ser renovada cada cierto tiempo; pocos cómics influyen a tantas generaciones de creadores y los motivan a buscar una originalidad que ya casi no aparece en las viñetas; pocos cómics nos invitan a pensar. The Flaming Carrot no es un cómic de aquellos, pues tampoco ese fue el objetivo de Bob Burden. Este cómic sólo quiere divertirse y divertirnos.

Dato Comikaze: La identidad de Flaming Carrot nunca ha sido revelada, Bob Burden incluso realizó un concurso en la sección de cartas del cómic para desentrañar ese misterio.

 

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Author: Rodrigo Vidal

Biólogo, divulgador, cultista de Cthulhu y quejica profesional. Comenzó sus diatribas en revistacinefagia.com, donde sigue analizando el contenido social del cine ñoño. Ha hecho radio en Neurótica FM, Radio UNAM y actualmente en el internet a través de circovolador.org, con los programas Puros Cuentos y La Mala Cabeza. Fue guionista y conductor del programa Paracinema, el cine de lo anormal, transmitido en el canal Pánico. Es coautor del libro Mostrología del cine mexicano.

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