Por Ángel Zúñiga. Publicado originalmente en Comikaze #11 (febrero 2011).
Conocí a Alberto Hinojosa en 1995, durante la primera convención de cómics Roca Poca, en el Gran Fórum de la Ciudad de México. Él formaba parte del estudio ¡Ka-Boom!, que había lanzado el primer número de ¡Ka-Boom! El Cómic, donde Alberto presentó a sus personajes Diamante y Espada. Le pedí entonces un autógrafo en mi ejemplar, el cual me otorgó amablemente…
Pedro Alberto Hinojosa González nació el 29 de junio de 1968 y desde niño desarrolló el gusto por las historietas de las desaparecidas editoriales Macc División y Novaro. Se graduó como artista gráfico en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, aunque nunca tramitó su título, alegando que no lo necesitaba para trabajar. Su primer empleo como historietista fue Gallardo, tira dominical de aventuras publicada por La Prensa en 1991, la cual duró sólo diez semanas pues el propio Hinojosa prefirió aceptar la oferta que le hizo don Sixto Valencia para trabajar en la edición nacional de la revista MAD, en 1992.
Valencia le otorgó una sección llamada El Departamento Necrológico del Negro Hinojosa, donde éste realizaba parodias y sátiras de acuerdo al tema central de la revista o la película del momento. Esto le significó dos cosas muy importantes: su primer trabajo profesional pagado (300 pesos por cartón) y el sobrenombre que lo distinguió en el medio del cómic mexicano desde entonces.
En 1995, se unió al naciente ¡Ka-Boom! Estudio, que en junio de ese año lanzó la única edición de ¡Ka-Boom! El Cómic. Alberto presentó en esta publicación a Dick Diamante y Sam Espada, una pareja insólita de detectives conformada por un joven aficionado a los cómics y un fantasma con la actitud de un detective de los 40. Dos años después, Hinojosa editó de manera independiente, bajo el sello de Art Studios, las historietas Amazonas y Johanna la Gitana, en formato flipbook.
En 1998, Alberto ganó el Primer Concurso de Historieta Alternativa de la Feria de la Historieta, con el cómic Triángulo, una historia muda que reinventaba el mito de La Bella y la Bestia. Muchos lectores han considerado este cómic, que ya presentaba su estilo característico de dibujo y narración gráfica, la obra maestra de Hinojosa. Sin embargo, él jamás lo consideró así y entre sus planes inconclusos estaba redibujar esta historia.
Para 2001, Gallardo, Diamante y Espada volvieron al mercado de la historieta nacional cuando Arnulfo Flores Muñoz, director de Editoposter, lanzó Gallardo, revista quincenal protagonizada por estos personajes, siendo Gallardo el más intrépido agente de ÉPALE (Escuadrón en Pro de los Animales Libres y la Ecología). Desafortunadamente sólo se publicaron cinco números, aunque luego el autor presentó la autoedición de un volumen compilatorio con las aventuras publicadas originalmente en Editoposter, además de otras que habían quedado pendientes.
Hinojosa siguió colaborando en varias publicaciones de la editorial. Nos reuníamos para platicar en cafés o restaurantes, con amigos mutuos o en su casa, con sus padres y sus gatos. En nuestras charlas informales Alberto me mostró los primeros bocetos de Manguillo y El Gato; su primer intento de novela (El Camino del Nahual), así como de la novela gráfica de Diamante y Espada, y otros trabajos que no llegaron a publicarse. Además trabajamos juntos desarrollando con gran entusiasmo una historia para un proyecto que buscaba renovar a Kalimán.
Como muchos dibujantes nacionales, Hinojosa balanceó su trabajo de historietista con el de ilustrador para agencias de publicidad y varias editoriales (Diana, Toukan, Tomo). Entre 2002 y 2004 desarrolló proyectos que no fueron publicados o se vieron truncados por diversos factores: una tira infantil titulada Chabela, para Eres Niños; el cuento infantil La Muerte Chiquita, en colaboración con Ignacio Loranca (quien lo lanzó bajo su editorial virtual Fi Estudios en noviembre de 2009), y la tira cómica dominical Manguillo, para el periódico Milenio, además de participar en el relanzamiento de Kalimán que planeaba la compañía Neurótica Films.
En 2004, Ernesto Ocampo, editor de la revista Súper Comics contrató a Hinojosa para dar clases de dibujo en dicho título. Solamente se publicó una clase antes de que la revista fuera cancelada. Sin embargo,Súper Luchas, otro proyecto dirigido por Ocampo le otorgó espacio para presentar la tira semanal El Pancracio Mímico (posteriormente renombrada Los Luchadores) desde noviembre de ese año.
Al mismo tiempo, por sugerencia de Francisco J. Almaraz, editor del periódico Metro, Hinojosa creó una serie semanal por entregas, desarrollada con elementos urbanos e influida por el trabajo de Will Eisner. Así, el 16 de febrero de 2005 El Gato apareció en las páginas del diario. Las aventuras de este luchador amante de los gatos y convertido en detective fueron un éxito reconocido entre sus colegas, el medio especializado, los consumidores habituales del periódico y la lucha libre. Posteriormente, en las páginas de Súper Luchas, Hinojosa publicó las aventuras de la luchadora canadiense Dark Angel, proyecto que fue suspendido a petición de ella misma.
El jueves 13 de septiembre de 2007, el cuerpo de Alberto Hinojosa fue hallado sin vida en su departamento de la colonia Vista Alegre, en el D.F. La causa fue un choque hipoglucémico, producto de una diabetes que no se le había diagnosticado. La noticia se difundió rápidamente entre sus amigos, conocidos, compañeros de trabajo, colegas y el medio del cómic mexicano en general, muchos de los cuales lo acompañamos en su velorio. A la mañana siguiente acompañé a la carroza fúnebre que trasladó su cuerpo desde el velatorio hasta el panteón de San Isidro. Durante el viaje, el conductor me preguntó, con toda cortesía, quién era el “muertito” y lo que hacía. Cuando se lo dije, el hombre sacó su ejemplar del Metro, que llevaba doblado junto al asiento. Era del día anterior. Rápidamente buscó la entrega semanal de El Gato. “Él dibujaba esto, ¿verdad?” Me pregunto de nuevo. Yo sólo asentí.
El trabajo de Alberto Hinojosa, con un estilo de dibujo particular y fácilmente reconocible, representa un punto intermedio entre las generaciones jóvenes de dibujantes y lectores de cómics y los pocos titanes de la historieta nacional. Gran admirador del trabajo de Will Eisner y Uderzo, aprendió de artistas como Scott Campbell, John Buscema o el español Carlos Giménez. Disfrutaba las películas de los directores Steven Spielberg (particularmente la serie de Indiana Jones) y Tim Burton, las aventuras de James Bond y las series de televisión MacGyver, Espías con Espuelas, Flash y La Mujer Maravilla.
Quienes lo conocieron personalmente sabían de su gran afición a los gatos (al momento de su muerte tenía a Catrín, Catrina, Bigote, Pelusa y Nayo, su consentido). Poseía un carácter fuerte, a veces intratable, y persistente hasta la necedad, junto con una descarnada sinceridad que incomodaba a muchos. Pero esta actitud le permitió vivir a su gusto y trabajar en lo que más adoraba. Mi mayor pesar por su muerte es por los personajes que quedaron atrás, sus historias inconclusas y la falta que le hace a sus amigos y al medio del cómic mexicano.
Muchos recordamos el trabajo de Alberto, su estilo de dibujo o su carácter, incluyendo los desplantes que hacía a muchos jóvenes dibujantes. Pero yo recuerdo más otras cosas no relacionadas con su trabajo: Los riquísimos chocolates caseros que hacía su madre; la vez que doné sangre para su padre hospitalizado; la firma que ponía en sus correos electrónicos (“Nadie fracasa si tiene amigos”, cita de la película It’s a Wonderful Life) y la ocasión que me prestó su DVD de 300, para dar una plática en un cineclub.
Nunca se la pude regresar…
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