Por Bernardo Fernández, Bef. Publicado originamente en Comikaze #15 (enero de 2012).
¿Cuál es el encanto de Tintin? ¿Qué lo mantiene vigente en el gusto del público después de 80 años? Ésta sin duda es una respuesta complicada.
Algo debe ayudar el sentido de la maravilla. Si bien Hergé no pudo evitar que si propia ideología (muy simpatizante con la ultraderecha católica) se filtrara en sus álbumes, sí supo dar a sus personajes un toque de fascinación por las culturas del mundo, pues Tintin y el lépero Capitán Haddock siempre se
maravillaron ante los esplendores de las tierras exóticas que visitaron (incluyendo Estados Unidos).
Otro poco contribuye el humor fresco y bobalicón, exento de malicia pero repleto de momentos entrañables, (especialmente las acrobacias de slapstick de los Dupondt y el propio Haddock), aunado al simpatiquísimo elenco que incluía al despistado Tournesol y la diva del bel canto, la robusta Bianca Castafiore.
Pero lo que sin duda permitió a Hergé ganarse un lugar en la posteridad es el sentido de aventura, tono irrepetible de inicios del siglo XX en el que la exploración de territorios exóticos y el colonialismo expansionista dotó al mundo de un deslumbrante imaginario colectivo del que lo mismo abrevó el propio Hergé que sus colegas Hugo Pratt y, del otro lado del Atlántico, Milton Caniff, autor del clásico Terry and the Pirates.
De hecho, no es del todo descabellado nombrar a Terry como el primo norteamericano de Tintin, a Frank Buck (el cazador aventurero de la cinta Bring ’em Back Alive!) como el un tío lejano y a Indiana Jones como su hijo directo.
No puedo dejar de preguntarme si Spielberg sería lector de los cómics de Hergé desde niño o si dio con él ya siendo adulto, pero en cualquiera de los casos el cineasta debió reconocer en las páginas de Tintin una apasionada fascinación por las aventuras, compartida con el historietista belga.
La línea clara
El estilo de Hergé es conocido como línea clara. En éste no se dan los medios tonos a través de achurados y se carece de líneas expresivas. A cambio se apuesta por una vigorosa línea hecha con pincel, gran limpieza gráfica y una cuidada paleta de colores colocada en el área de los grises fríos y cálidos y los colores neutros. El estilo de Tintin hizo escuela entre los dibujantes francobelgas de la época y pronto fue seguido y desarrollado por artistas como Edgar P. Jacobs y Bob De Moor. En México, el gran Germán Butze desarrolló sus propia ramificación del estilo en Los Supersabios, probablemente sin haber leído nunca Tintin (algo habría en el aire).
Relegado durante décadas como un estilo viejo y caduco, la ligne claire fue rescatada a finales de los 70 por una nueva generación de dibujantes, que incluyó a los franceses Jacques Tardi, Yves Chaland y Serge Clerc; los españoles Daniel Torres y Max, y el norteamericano Charles Burns, cada uno de
ellos enriqueciéndolo con sus propias aportaciones.
Por estos rumbos el ilustrador argentino Jorge Alderete ha echado mano de la línea clara con gran éxito. Yo descubrí a los 17 años el trabajo de Yves Chaland en las páginas de Heavy Metal y llevo más de dos décadas queriendo dibujar algo ligeramente parecido a lo que hacen todos ellos, con un fuerte toque de Abel Quezada. Con La calavera de cristal (Sexto Piso) siento que por fin me acerqué un poco.
Lee el inicio de este artículo en
+Las aventuras de Hergé (parte 1)
Podría interesarte
+Planetary: arqueólogos de los desconocido
+Una de piratas: Long John Silver