Por Hugo Daniel del Río, desde Buenos Aires, Argentina
Enfocado en el horror y lo oscuro, Maan House (Durazno, Uruguay, 1981) es un talento de la escena independiente del cómic que ha ganado terreno con su estilo y formación disruptiva enfocado principalmente al horror y lo obscuro. Algo muy lejano a su verdadera personalidad. A continuación te presentamos la charla que sostuvimos con él.
Antes de abordar cualquier otra pregunta, dinos donde viene el nombre de Maanhouse. ¿Tiene que ver con algo con el género de terror?
En realidad viene medio de una tontería, ‘Maan’ esta compuesto por las dos primeras letras de mis nombres (Marco Andrés) y lo de “house” viene porque la primera vez que me pidieron una dirección de correo quise poner algo así como ‘Maan’s house’ para decir ‘La casa de Maan’. ¡Y lo puse todo mal! Me faltó el apóstrofe. Puse cualquier cosa y me comenzaron a llamar así. Incluso como si fuera mi nombre y apellido… nada, un error de comprensión. A la fecha tengo que mejorar mi inglés, por lo que mi pareja, quien trabaja como traductora, me ha ayudado en mis interacciones con los editores. Es muy gracioso porque en un principio pensaban que ella era Maanhouse. El idioma lo entiendo bien, pero me cuesta trabajo expresarme.
¿Cómo fueron tus inicios?
Soy autodidacta al 100 por ciento. La realidad es que nunca tomé clase de nada, porque en casa tampoco se podía pagar en ese momento. Fui aprendiendo con lo que iba recolectando: una fotocopia, revistas… porque siempre quise trabajar en la parte gráfica de la publicidad. Cuando estudié comunicación no te enseñaban nada de diseño gráfico o publicitario. Lo único que tuve fue un curso introductorio de seis meses sobre publicidad, hacia el final de la carrera. Me acuerdo que mis compañeros me preguntaban qué hacía ahí, pues me la pasaba dibujando. Me equivoqué completamente.
La primera oportunidad apareció cuando un amigo me presentó con un productor, quien necesitaba un ilustrador para Voces Anónimas, un programa de televisión uruguayo creado por Guillermo Lockhart, con temática de terror y leyendas urbanas. Gran parte de los seguidores del programa son de México, por lo que Guillermo viajó hasta allá para grabar programas dedicados a sus leyendas. Cuando él regresó, yo debía dibujar varias situaciones alusivas a esos relatos, que luego fueron animadas por computadora. Ahí es donde comencé a desarrollarme. Empecé trabajando con un papelito y después fui agarrando la parte digital, y más o menos hacia finales de 2006 nunca más agarre un papel. ¡No sé ya lo que es un papel! ¡Le huyo a los papeles! No soy como Richard Ortiz (DC Bombshells), a quien le encantan los papelitos. Por eso es medio complicado que dibuje en convenciones, a menos que sea en una demostración de dibujo digital.
Mientras trabajaba para el programa de televisión tomé proyectos de publicidad. Al siguiente año reemplacé al diseñador gráfico encargado de todo el diseño y edición de imagen, y al mismo tiempo se planteó publicar un libro con todas las leyendas urbanas que salieron en el programa, por lo que diseñé las tapas e ilustré los interiores. Fue entonces que me dediqué de lleno al formato de terror. Hoy en día, aunque salí del programa para dedicarme de lleno a los cómics, sigo colaborando en los libros de ‘Voces Anónimas’. De hecho, a mediados de este año se publicará el decimoséptimo libro.
¿Cuál consideras que fue la mayor oportunidad de tu carrera?
Envié muestras a todos lados durante un año, hasta que en 2014 la editorial Top Cow me dio la oportunidad de trabajar en Witchblade, pero en realidad yo no había hecho nada de cómic, más allá de muestras. Tiempo después tuve la oportunidad de platicar con Ron Marz, guionista de Witchblade en ese entonces, cuando fue invitado de una convención en Uruguay. Me comentó que la editora estaba en búsqueda de dibujantes (ya que Laura Braga estaba dejando la serie para enfocarse en otros proyectos), por lo que se acercó con Ron, le enseñó muestras de dos dibujantes y básicamente le preguntó cuál prefería. Ron Marz se decidió por mi trabajo porque tenía planes de orientar la serie hacia un enfoque de terror, y mi estilo se adecuaba bien. Dibujé algunos números para el título y luego la miniserie de terror Cutter. Digamos que esa fue mi primera llegada al cómic, y quieras o no, tuve mucha fortuna. Es motivante comenzar con una empresa bastante grande. Y esto sin dejar de trabajar para la productora de televisión, pues después de cumplir mi horario llegaba a casa a dibujar cómics.
¿Cómo fue trabajar con Ron Marz, tomando en cuenta que fue tu primer experiencia? ¿Hubo dificultades por la barrera del lenguaje para transmitir lo que él quería?
A mí me pasa que soy un atrevido, desde el principio lo he sido. Tengo el guión, que me describe la situación y todo, pero termino agregando cosas o quitando otras. He metido 11 viñetas cuando estaban planteadas cuatro, incluso tuve el atrevimiento de quitar páginas enteras y cambiarlas por unas nuevas, pero es que me gusta mucho narrar.
Lo cierto es que estos cambios repercuten en que deben hacerse ajustes al guión, agregar un poco de textos, quitar otros pocos, etcétera. Nunca recibí un comentario negativo respecto a los cambios, he tenido mucha suerte con eso; sé que no es una manera tradicional de trabajar o que no se ajusta con todo el mundo. Incluso me pasó hace tiempo, cuando me contactó un guionista. Le tiré las primeras viñetas y el tipo me dijo: ‘No, esto no fue lo que escribí. Alan Moore no trabaja así con sus dibujantes’, a lo que le respondí ‘¿Vos sos Alan Moore?’. Si ese fuera el estilo de trabajo de Alan Moore, sinceramente creo que me sería imposible trabajar con él. No podría trabajar con un guionista que me pidiera dibujar “la taza como te la puse, en tal lugar, con tal tipo de luz”. Para mí el trabajo entre guionista y dibujante es una unión en la que el primero desarrolla la historia y el segundo la interpreta con su dibujo y narrativa. Y el resultado se ajusta en conjunto, bajo una línea de respeto mutuo.
¿Qué otros proyectos comenzaron a abrirse a raíz de esto?
¿Sabés qué pasó ahí? Hubo una pausa como de un año. Mi padre enfermó de cáncer y tuve que dejar todo a un lado. Por suerte se recuperó, pero salir de la vista de la gente por un año tiene sus consecuencias. Ahora tienes que estar presente todo el tiempo, pues de lo contrario es como si no existieras. Después de lo de mi padre me costó bastante entrar de nuevo al medio. No importaba que hubiese dibujado Witchblade o lo que fuera, yo era nadie. Tuve que remarla de vuelta y ahí fue cuando se presentó la oportunidad de trabajar para Legendary Comics en Krampus: Shadow of Saint Nicholas, cómic basado en la película Krampus. Fue un proyecto muy divertido, ya que lo trabajé a la par de la filmación, con referencias e imágenes que me enviaban, ya que el cómic saldría a la venta en la fecha de estreno. Este proyecto sin duda me ayudó a soltarme más respecto a dibujar terror, a diferencia de Witchblade, donde tenía que respetar los lineamientos del personaje, de alguna forma.
¿Qué cuesta fue más complicada? ¿El camino a Top Cow o esta última tras lo de tu papá?
La segunda, sin duda, porque era lidiar con la frustración de que ya había gente que te conocía, editores con los que había trabajado, y no había respuestas suyas, que fue lo peor. Porque cuando te dicen ‘no hay nada para vos’ o ‘tu trabajo no es suficientemente bueno, debes meterle más’, al menos tenés esa certeza.
¿Y una vez que pudiste retomar el camino, en qué proyectos te involucraste?
Con Action Lab Comics he estado realizando tapas para el título Spencer and Locke, que es una serie de detectives y acción a cargo del guionista David Pepose. En 2018 trabajé para Titan Comics haciendo el cómic de la serie Project Blue Book, transmitida por History Channel. Eso estuvo bueno porque trata sobre una serie de estudios sobre ovnis, por lo que tuve que realizarlo solo con referencias, al igual que con el de Krampus. El cómic se entregó como souvenir a la gente que visitaba el stand de la serie el día de su estreno en Nueva York.
¿Ahora trabajas de lleno dibujando terror?
Sí, de 2019 he dibujado muchísimo terror. Devil Within, del sello Blackmask, es la clásica historia americana donde una pareja filipina se muda a una casa, que al principio parece una casa cualquiera, pero en realidad en ella comienzan a suceder posesiones y verse cosas que se dan vuelta por ella. También está GodKillers, de Aftershock Comics, en la que Mark Sable hizo algo muy bueno con el guion, pues mezcló leyendas y referencias religiosas antiguas con un contexto moderno, por lo que terminas dándote cuenta de que los conflictos religiosos actuales son los mismos que pasaron hace un tiempo. Además estoy trabajando una cosa que quise hacer siempre: La Llamada de Cthulhu, con la editorial argentina Utopía. Me la propusieron el año pasado, y formará parte de una recopilación de Lovecraft en la que participarán varios autores. Fue una fortuna porque me eligieron justo para la historia de Lovecraft que siempre quise hacer.
¿Qué es lo más importante para ti en una historia cuando la narras?
Las primeras cuatro páginas son las más importantes hoy en día. Son las que enganchan o no al lector cuando ellos las ven en el preview de alguna página aplicación o revista. Dan la pauta para decidir si continúan o no con la historia. Por eso para mí la importancia de la narrativa, y es otro motivo por el cual mi comportamiento sea tan atrevido en cuestión de los cambios cuando se trata de narrar. Si el cómic es aburrido, los lectores que se guían por los previews seguro nos matan.
¿Alguna vez te has sentido bloqueado?
Eso te pasa todo el tiempo. A mí me pasa que yo dibujo quemado (agotado). Fui con Richard Ortiz a dar una charla para gente joven, y fue gracioso pues hubo una pregunta similar y Richard siempre es muy político para contestar. Yo soy demasiado directo y no tengo filtros, y la realidad es que a todos nos pasa lo mismo. Y más que nada con la autoexigencia. Cuando terminas una página y la ves, por más buena que sea, miras hacia arriba y piensas ‘me falta mucho aún’.
¿Y cómo lo resuelves?
Seguir adelante es lo que recomiendo. Sin parar. Tratar de tener algo al final de día. Ténes que hacerlo. Como que lo de ayer ya lo superaste y te enfocas en el presente.
Cuéntanos un poco de tu ritual para trabajar
Le rezo a Satanás, ja ja ja. Hablando en serio, el ruido exterior me vuelve loco. Es más, tengo auriculares de construcción que suelo usar cuando no estoy escuchando música, porque odio los ruidos de afuera. Me levanto temprano y me siento a dibujar hasta que me acuesto. Y ahora más, porque antes salía aunque fuese un poco, pero ya no salgo a la calle en todo el día.
Las editoriales más grandes, como Marvel y DC, no se caracterizan por hacer publicaciones enfocadas al terror, pero si llegara a existir una oferta ellas, ¿la tomarías?
Obvio que sí. De tener la oportunidad me gustaría hacer una versión más callejera de Batman, sin armaduras y esas cosas tecnológicas. Centrada en el miedo. En mi opinión se ha olvidado un poco que Batman es un personaje que daba miedo. Y si fuera Marvel me gustaría trabajar con Daredevil, Moon Knight o The Punisher… todos estos personajes que representan las calles me gustan muchísimo. En lo que no me veo es dibujando 18 personajes en poses heroicas, volando todos a la vez. Hay títulos que son muy estrictos respecto a la narrativa, y eso está bien para mucha gente, pero no encaja con mi estilo, dedibo a la libertad que busco para narrar.
¿Coleccionas algo?
Cómics. Me pasa que cuando me gusta un artista tengo que comprar toda su obra, la debo tener. Me ha pasado con Mignola, Risso y otros. ¡Me fanatizo! También me pasa con los aparatos digitales: me vuelvo loco por la última tableta, me desespero. Si viviera en Estados Unidos ya tendría todo.
Si tuvieras la oportunidad de trabajar con algún escritor o dibujante, ¿con quién sería?
Me encantaría hacer algo con Mignola o Víctor Santos, guionista e ilustrador español que hizo Polar.
¿Cómo ves la escena independiente?
Me parece que hay un mercado importante que debería estar más explorado, y creo que nosotros mismos podríamos estar apoyando en ese sentido. Netflix y otras empresas están buscando ese tipo de guiones, y no los superhéroes clásicos, lo cual es una señal muy buena. Hay mucho talento en el lado independiente.
¿Como está la escena en Uruguay y Sudamérica?
Tenemos la AUCH (Asociación Uruguaya de Creadores de Historietas) que genera las cosas independientes apoyadas por el Estado. El inconveniente es que para recibir este apoyo debes crear cosas de valor histórico o cultural, lo que deja de lado otros proyectos con potencial. Otro inconveniente es que en Uruguay no tenés mercado, es muy difícil vender porque somos un país muy chico.
En Argentina creo que es todo a pulmón de los dibujantes y editores, esta buenísimo que se hagan todo tipo de cosas.
¿Qué haces en tus ratos libres?
Los paso sentado, dibujando. Lo que he hecho últimamente es jugar Call of Duty. Puedo cortar para comer al mediodía, juego un rato y ya está, después toca dibujar mis proyectos o lo que sea. Pocas veces me siento a ver tele, pero nunca fui así. Lo otro que intento es viajar una vez al año. Y aun tirado en la playa estaría pensando en un dibujo. Nací con esto, no es que lo vea como un trabajo.
¿Tienes algún mensaje para los lectores de Comikaze en México?
Primero, agradecerte a vos y a Comikaze por la entrevista. Muchas gracias, la verdad. Ojalá que sigan leyendo cómics porque está bueno. Sigan apoyando los cómics. Seria excelente que la escena independiente se expanda. Sigan leyendo terror. Y a los que dibujan, siempre les digo lo mismo: que le sigan dando a lo loco, que si le siguen metiendo, van a llegar. No hay que echarse para atrás, si querés estar ahí, en algún momento vas a llegar.
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