El canto del Gallito (1992-2001)

Por Everardo Ferrer. Publicado originalmente en Comikaze #33 (abril de 2017).

 

Los inicios de los 90 fueron una mala época para la historieta en México. Los grandes personajes habían pasado a mejor vida desde la década anterior, gracias al afán de sus editores por evitar cualquier reclamo relacionado con derechos de autor, y al hecho de que encontraron una nueva veta en la historieta popular: la sexycomedia. A este género, que obtuvo ventas millonarias, se sumaron prácticamente todos los artistas consagrados del historietismo mexicano, quienes de otra manera no habrían contado con una fuente de trabajo segura.

Las revistas populares, conocidas genéricamente como sensacionales, comenzaron a subir de tono, se volvieron más atrevidas y a la postre derivaron en sexacionales, llamados así por su alta carga sexual. Pese a este gris panorama, algunos jóvenes creadores comenzaron a reunirse con la intención de crear una revista que  rompiera con todo lo que representaba el cómic industrial que se producía en el país. Influidos por el trabajo de autores europeos y latinoamericanos, así como por la vanguardia de la escena estadounidense y  las  revistas mexicanas ¡Snif! y Bronca, estos noveles dibujantes, la mayoría concentrados en los suplementos de los periódicos, empezaron a fraguar, con más entusiasmo que conocimiento editorial, lo que eventualmente derivaría en El Gallito Inglés, la revista de cómic de autor más importante que se haya visto en México.

 

Historieta, rock y humor

Este grupo de creativos, conformado por Edgar Clément, Ricardo Camacho, Ricardo Peláez, Pepe Quintero, y Erik Proaño Frik, entre otros, se enfrentó a las dificultades que implicaba publicar una revista independiente en nuestro país, y para sortear ese problema se acercó a otros talentos con mucha más experiencia editorial, como Luis Fernando, colaborador de los suplementos de historieta de autor más importantes del país, y a los editores Rogelio Villarreal y Víctor del Real, con un gran recorrido en revistas culturales independientes. Este último sacó a flote el proyecto de los artistas al asumir el papel de editor.

En enero de 1992 vio la luz El Gallito Inglés, una revista verdaderamente propositiva que marcó un hito en la historieta nacional de autor. El concepto presentado en esa primera etapa estaba bien definido y giraba en torno al rock mexicano, que en ese entonces comenzaba a hacer ruido y a tener presencia en medios.

La revista presentaba, desde la portada y hasta la contraportada, a manera de comiclips, las canciones de algunos de los grupos más importantes y populares de la escena nacional. El primero de ellos fue dedicado a Nosotros somos los marranos, de la banda tapatía El Personal, magníficamente ilustrado por el maestro Luis Fernando, y presentado a la vez como homenaje póstumo a Julio Haro, líder de la agrupación. Incluía también textos, cuya escritura corrió a cargo de personalidades que ya destacaban o empezaban a destacar en el medio, como Sergio Monsalvo, Xavier Velasco, Juan Manuel Servín o Armando Vega-Gil, por mencionar algunos.

 

Bajo la tónica del comiclip  como presentación de portada/forros y tema central, desfilaron por El Gallito bandas como La Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio, Tex-Tex, Caifanes, Sangre Asteka, Real de Catorce y Café Tacuba, con arte de la plana mayor que integraba el colectivo de la revista.

La historieta de autor compartió las páginas de El Gallito con artículos sobre rock mexicano, entrevistas con autores consagrados de la historieta hispanoamericano, y diversos textos relacionados con la historieta universal. Esta etapa duró solamente siete números, pues para su octava edición El Gallito Inglés cambió su cintillo (Cómics, Rock & Humor) por uno que, en apariencia, representaba mayor madurez.

Historietismo latinoamericano para adultos

El rock mexicano como tema central quedó atrás y El Gallito Inglés se movió hacia otro concepto, dejando un tanto de lado su parte chauvinista para dar mayor espacio a los autores extranjeros, principalmente de Argentina y de España, y sacando provecho a la muy buena relación que Víctor del Real llevaba con Carlos Trillo, el más internacional de los guionistas argentinos, y con el genio español Carlos Giménez. Los textos de la revista se tornaron más variados y enfocados a la cultura alternativa y al underground, con autores como Naief Yehya o Jordi Soler, quienes enriquecieron el contenido literario de la publicación, tanto con temas musicales como con otros no necesariamente relacionados con el cómic, como la obra de Bukowski y de la Generación Beat.

 

Para su duodécima edición, El Gallito Inglés incluyó en su portada una frase que resultó más trascendental que cualquiera de sus cintillos. En una hermosa ilustración de Luis Fernando se leía Material para resistir la realidad, frase acompañada de un montón de íconos a manera de milagros  clavados, y a partir del siguiente número, Materiales para resistir la realidad se convirtió en el nuevo cintillo de la revista.

Sin embargo, al interior de El Gallito Inglés se presentó un importante problema: la revista representaba un gran escaparate para los autores, pero ninguno de ellos recibía ganancia alguna a cambio, ya que el dinero de las ventas se utilizaba para continuar publicándola (fórmula utilizada por Comikaze). Esto llevó al equipo principal a tratar de subsistir aprovechando la proyección adquirida a través de la revista, y para ello fundaron El Taller del Perro. A corto plazo, esto provocó que las colaboraciones para El Gallito se espaciaron, por lo que la revista tuvo que utilizar cada vez más material extranjero. Del Real echó mano de sus contactos y terminó publicando a una cantidad cada vez mayor de autores del resto de Latinoamérica.

 

Gallito Cómics

A partir de su edición 17, la revista cambió su alburero título por el de Gallito Comics, algo que sus perpetradores habían deseado desde el principio, pues pensaban que con un nombre que parecía extraído de una pinta de baño de pulcata su trabajo de historieta alternativa y autoral no sería tomado en serio. Para ese entonces la mayoría del material incluido en la revista era realizado por extranjeros, incluyendo las portadas, que presentaron arte de Nine, Chichoni o Nacho Noé, ilustradores de la revista argentina Fierro, una de las inspiraciones de El Gallito.

Cabe mencionar que las portadas de la revista siempre fueron un aspecto muy cuidado. Si bien todos los fundadores del proyecto ilustraron más de una portada, por sus cubiertas desfilaron también artistas como el cyberpunk post-apocalíptico Racrufi, el élfico Alejandro Gutiérrez o el luchístico Dr. Alderete, entre otros, quienes dotaron al título de un toque heavy metalero-metalhurlantoso.

Hacia su última etapa, El Gallito Cómics era una publicación  enfocada mayormente al cómic hispanoamericano, ya que la única entrega constante por parte de los artistas mexicanos era El Cazador, de Edgar Clément, que al ser compilada se transformó en Operación Bolívar, considerada la primera novela gráfica en forma que se haya publicado en México.

La variedad de los textos también se diversificó, por lo que el cintillo volvió a cambiar. Para su última veintena de números, la revista se ostentó como Gallito Comics: Historietismo, Rock, Cine, Arte, Cultura.

El Gallito publicó la nada despreciable cantidad de 60 números a lo largo de ocho años, y se mantuvo, por mucho, como la revista sobre historieta independiente más importante e influyente que haya existido en México.

Otro gallo le cantara

Con la intención de brindar espacio a más autores independientes, El Gallito creó  tres suplementos. El primero, Ñiki-Ñaki: El fanzine que yo soñé, presentaba las historietas alternativas mejor realizadas, tanto en guión como en dibujo. La Rata Muerta: Bestiario feroz pero de buenas intenciones, publicaba trabajos mucho más experimentales, por no darles otro calificativo. Estos dos suplementos se insertaban en la publicación, pero aparentemente no en todos los ejemplares, pues parece que sólo se incluían en el tiraje especial realizado para el puesto del Padre Abraham (Ríos), en el Tianguis del Chopo, el punto de venta más importante de la revista en el entonces llamado Distrito Federal. El tercer suplemento fue Slam! Historietismo sin colesterol, que era más profesional y que en un principio se vendía como una publicación aparte, aunque después fue insertado en las páginas de la revista.

 

Pelando gallo

Buscando una suerte de independencia de El Gallito, sus autores publicaron algunos de sus trabajos bajo el cobijo de proyectos como El Taller del Perro y Ediciones del Castor, pues además de ser dueños de lo que habían presentado antes en la revista, tuvieron el apoyo de Víctor Del Real, quien les proporcionó los negativos para que los usaran a su voluntad. Así llegaron las recopilaciones Fuego lento, de  Ricardo Peláez; Operación Bolívar, cuya primera (media) edición fue coeditada por Planeta; el primer volumen de Buba, de José Quintero, en alianza con Grupo Editorial Vid, y una fallida versión en historieta de El Complot Mongol. A  estos siguieron trabajos nuevos publicados en una serie de libritos en tamaño mini. Mención aparte merece el mítico Sensacional de Chilangos, patrocinado por el Gobierno del Distrito Federal.

Aunque muchos de los trabajos de Luis Fernando y Manuel Ahumada no fueron realizados exprofeso para El Gallito, Editorial Resistencia los ha compilado en ediciones de autor que valen mucho la pena. Lo que resulta una verdadera lástima es que el trabajo historietístico de Ricardo Camacho no haya encontrado espacio más allá de El Gallito y las Krónicas Perras que compartió con Frik y Quintero. A este detalle deberían prestarle atención las editoriales que publican la obra de talento mexicano.

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Author: Everardo Ferrer

Everardo Ferrer es promotor y difusor de la cultura del cómic desde 1994, cuando publicó por primera vez El Factor Mutante en las páginas de la revista Códice Rock. Ha colaborado en las publicaciones especializadas más importantes que se han impreso en México: Súper Cómics, Noveno Arte, Comic Zone y Cenizas: Revista Narrativa Gráfica. Es socio fundador de Comikaze y fue el articulista más longevo de Grupo Editorial Vid, papel que repite en Editorial Kamite.

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