Por Ruben Martínez
El arma más poderosa del mundo es la escritura, cosa que en esta obra se toman totalmente en serio, al punto de que una simple libreta llena de minuciosas reglas pueda llevar los rumbos de la historia hacia las situaciones más complejas acompañadas de sus impensables resoluciones, lo que sumado a sus personajes y escenas que se volvieron inolvidables, hicieron que este manga transcendiera al papel y la tinta.
Este manga de 12 volúmenes escritos por Tsugumi Ōba e ilustrados por Takeshi Obsta cuenta la historia de Light Yagami, un joven estudiante superdotado que por pura casualidad se encuentra la Death Note, una libreta (herramienta de trabajo de los Shinigami) en la que, si escribes el nombre de una persona, ésta muere, así que nuestro protagonista decide hacer justicia por mano propia asesinando criminales y tomando la identidad de Kira.
El maravilloso arte de Takeshi Obsta logró dar vida a la obra y es lo que hace ésta se vuelva interesante. Su trazo fino y limpio para volver único a cada personaje humano, el diseño de los Shinigami (los cuales lucen aterradores, pero las apariencias engañan), más el detalle que hay en la arquitectura, máquinas y diversos objetos del día al día, ponen a este cómic en un punto artístico elevado, donde las escenas de acción son impactantes, narradas ágilmente, pero que al momento de enfocarse en el drama, no logra plasmarlo del todo.
Sin duda el fuerte de la obra es el diseño de los personajes y el entorno en que se encuentran. En temas de entintando, es muy bueno, haciendo que aunque la obra tiene un tono oscuro y de suspenso, sus mejores momentos están en páginas blancas llenas de luz que le sientan a la perfección. Entre los 108 capítulos publicados hay algunos que tienen portada, y varias de ellas son de las mejores ilustraciones del manga. Con esta obra queda claro que Obsta es uno de los mejores que hay hoy en día en la industria oriental.
Por otro lado, son dos los autores de este ejercicio, y es gracias al guion de Tsugumi Ōba que la obra transcurre y circula, aunque en algunos puntos cojea. De las tres partes que componen el argumento, la más sólida es la primera, que inicia con un aire de frescura. El desarrollo de personajes no es tan marcado como en su adaptación en anime, y al final prácticamente todo regresa a como era al principio, así que se entiende que el desarrollo no sea profundamente llevado.
Otro punto es el manejo de los diálogos, que en los puntos normales de la obra avanzan de forma fluida y sin contratiempos, a su ritmo, pero en los puntos fuertes, explicaciones de la trama y otros tramos vitales, éste se rompe, pasando de relajado a frenético, o a un abrupto corte donde se vuelve lento y tedioso. Éste problema se manifiesta más en el segundo acto, haciendo que el lector pierda interés. Para la tercera y última parte, ocurre una mezcla de las antes mencionadas, lo que reactiva las ganas de ver cómo termina la obra.
Es entonces que el texto ya no se sobrecarga tan seguido y hay armonía, aunque sin lograr lo mismo que la primera parte. La conclusión es un punto neutral que cada uno toma de distinta manera, dejando satisfechos a algunos o descontentos a otros. El guion de Ōba, de un modo u otro, se presentó de forma diferente y logró que el manga se convirtiera en el fenómeno que es hoy en día.
Para poder disfrutar la obra y que no se nos vuelva pesada se recomienda leer cada volumen en días distintos. El punto fuerte sin lugar a dudas es el dibujo, que se agradece a Ōba, pero cabe recalcar que no es lo que todo el mundo espera, sobre todo si viste primero el anime. De hecho, si aún no has visto el anime ni leído el manga, deja éste último para el final, así podrás soportarlo mejor.