Por Humberto Rivera Montoya
En la década de los ochenta muchas franquicias de entretenimiento buscaban por todos los medios hacer llegar sus productos a niños y jóvenes, y sin duda uno de esos medios era el cómic. La industria del juguete vivía su máximo esplendor. Su éxito se basaba en promocionar sus productos en distintos medios y una forma de hacerlo era convertirlos en otros productos rentables. En esa misma década vieron la luz muchas animaciones que hoy se consideran de culto, aunque fueron creadas sólo para promocionar una línea de juguetes.
Los cómics basados en aquellas caricaturas tenían el mismo propósito: promover el producto estrella, el juguete. Fue así como uno de los programas infantiles más icónicos de la década se convirtió también en uno de los cómics mejor vendidos en Estados Unidos y el Reino Unido: Transformers. En 1983, Hasbro, empresa japonesa importante en esa industria hasta el día de hoy, buscaba alguna línea para importar a Estados Unidos y competir con Masters of the Universe de Mattel y Star Wars de Kenner (juguetera que, por cierto, desapareció y se volvió parte de Hasbro en los 90).
Aunque Hasbro contaba con G.I. Joe (línea que en los ochenta fue replanteada tanto en argumento como en el tamaño de sus figuras) para competir directamente con Star Wars, buscaba algo más innovador. Hasbro quería crear otra franquicia que fuera respaldada por una animación y un cómic. Gracias a la aceptación del público infantil hacia los Joe’s, los ejecutivos de Hasbro decidieron mirar al lejano oriente en busca de ideas, y trajeron a América a Optimus Prime y sus valientes Autobots para repetir esa fórmula sinérgica que hacía exitosas a las marcas.
Boys just wanna have fun… with robots
En aquellos años, los robots y androides de cine, televisión y cómic eran parte de aventuras famosas. El detalle es que, aunque participaban regularmente o tenían apariciones memorables, no eran los principales protagonistas, sino los compañeros del personaje principal o en otros casos, la amenaza a derrotar, así que no era fácil darles un trasfondo argumental atractivo y digerible para un público infantil.
Quizá se deba a que, en el concepto de “robot”, éste no tiene sentimientos y es una creación del humano para cumplir ciertas funciones sin salirse de los parámetros determinados. Isaac Asimov ya había planteado en sus novelas la idea de robots con capacidad de decisión. En los cómics también había personajes que eran robots o inteligencias artificiales que buscaban semejarse al ser humano: recuerdo de primera mano a Machine Man (creado por Jack Kirby) o Ultron (de Roy Thomas y John Buscema), ambos de Marvel Comics.
Hasbro asistió a la Toy Fair ’83 de Japón y encontró varios juguetes que podrían interesar al público americano: Diaclone (1980), Micro-Change (1978), Macross (1982), Dorvack (1983) y Beetras (1983), todos ellos juguetes que habían tenido éxito en la tierra del sol naciente y compartían la particularidad de que en sus historias se planteaba la relación robot/humano.
En todos los casos el robot estaba al servicio del ser humano para contrarrestar las amenazas externas del espacio o a monstruos tipo Godzilla. El robot no tenía la autonomía que buscaban para competir con personajes como R2-D2 de Star Wars, Twiki de Buck Rogers, o dejar atrás creaciones como HAL-9000, de Arthur C. Clarke en 2001: A Space Oddissey. La principal diferencia entre estos y lo que Hasbro halló en Japón, y definitivamente la clave de su éxito, fue que aquellos se transformaban en automóviles, armas, aviones, etcétera.
Hasbro logró un acuerdo con Takara y Takatoku, empresas jugueteras que tenían los derechos de esos robots, para importarlos y crearles una nueva imagen para que todos formaran una sola línea: Transformers, la cual fue lanzada en 1984.
Y Marvel creó a los robots: Autobot y Decepticon los llamó…
Ya con la licencia de los juguetes, Hasbro quería que sus Transformers tuvieran “vida” y fueran atractivos a los ojos de un niño de aquellos días. Necesitaba darles un trasfondo y un apoyo argumental. Para eso recurrió a Marvel Comics, donde el entonces editor en jefe Jim Shooter y su equipo se hicieron cargo de dar nombre, perfil y características a cada uno de estos personajes.
En aquel entonces, Marvel Comics ya contaba con amplia experiencia en adaptar franquicias de cine, televisión o literatura al cómic. Su gran éxito lo encontró con Star Wars, pero antes editó cómics de Godzilla, Planet of the Apes, Micronauts (otra línea de juguetes japoneses, importados a EU por Mego y a los que Marvel dio personalidad. Hasbro los trajo a América cuando ya se llamaban Micro-Change para crear algunos Transformers) y, por supuesto la “minita de oro” que era G.I. Joe, así que darle vida a otra línea de juguetes no era tarea difícil para la Casa de las Ideas.
Shooter acudió a Dennis O’Neil, reconocido en el medio por sus andanzas en Green Lantern y Batman además de haber creado en la mitología del murciélago a personajes como Ra’s Al Ghul y Azrael. Ambos escritores inventaron los primeros nombres de los personajes que conoceríamos como Transformers. Muchos de esos nombres no fueron aprobados por Hasbro, pero otros, como Omega Supreme, Optimus Prime y Ultra Magnus llenaron las expectativas de la empresa juguetera.
Ante las constantes negativas de Hasbro al argumento y algunas otras ideas, O’Neil se separó del proyecto. Shooter tuvo que buscar entre la baraja de escritores de Marvel alguien que pudiera mantener contentos a los ejecutivos de Hasbro, pero nadie quería escribir sobre robots. Bob Budiansky, ingeniero civil y escritor de cómics, aceptó el reto y tuvo la tarea de dar personalidad a cada Transformer. Fue él quien escribió aquellas fichas de personalidad y poderes que venían impresas al reverso de las cajas y blisters de los juguetes transformables; los famosos “tech-specs”.
En sólo dos días y justo antes del Día de Acción de Gracias de 1983, Budiansky revisó y “reconfiguró” algunos nombres y argumento de Transformers, sin tocar lo que O’Neil y Shooter habían hecho. Algunos nombres que vienen del talento de Bob son Sideswipe, Ratchet y Wheeljack, por parte de los Autobots, así como el mismísimo Megatron, líder de los Decepticons.
La aceptación de Hasbro a lo hecho por Budiansky fue casi inmediata, salvo por el nombre de un personaje: Megatron. Consideraban que ocasionaba temor porque hacía referencia a la bomba nuclear, pero Budiansky los convenció de que era un buen nombre para el villano de la serie y que quizá esa connotación le daría más personalidad. Hasbro aceptó. Estaban asombrados por la inclusión de tópicos militares en los perfiles, y preguntaron al escritor si había estado en la milicia. Budiansky no estuvo en el ejército, y les aseguró que fue su profesión como ingeniero la que le ayudó a crear estos personajes que hoy persisten en la cultura popular.
Con las personalidades, poderes, historias y debilidades de cada robot listas, Marvel recibió luz verde para editar la historieta de Transformers, prevista como una miniserie de cuatro números con periodicidad bimestral, formato que en aquellos años Marvel usaba para personajes y proyectos que podrían convertirse en series regulares, y que habría de apoyar a la promoción de los juguetes y la caricatura, la cual se estrenaría en septiembre de 1984.
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