Por Miguel Ángel Cortés
Luca Torelli hace todo lo que un hombre decente y respetable no debe hacer. Tiene todo el estilo y porte que un caballero desea. Y en el fondo (muy en el fondo), es solo un chico inocente. Y cuando hablamos de sus historias, autoconclusivas y violentas en serio y en seco, estamos ante historieta de la buena.
“Torpedo” Torelli es el sicario que da nombre a esta serie de relatos de los que es protagonista. Es un inmigrante italiano que vive en la ciudad de New York. Es 1936, años aún afectado por la depresión del ’29, y esto es el submundo de las mafias. Torpedo 1936 nació del guión de Enrique Sánchez Abulí y el lápiz de Alex Toth, aunque éste último declinó seguir tras las dos primeras historias por no estar de acuerdo con el humor manejado. Llegó entonces Jordi Bernet y por el resto de la historia, ¡esta dupla nos brindó un Luca Torelli, una galería de personajes y un mundo gángster llenos de noir!
El meollo del asunto es aquello que llevó a la renuncia de Toth. Muchas veces lo realmente duro es el sentido del humor y no la violencia y prejuicios que despliegan los personajes. Es un humor seco y apestoso, como el tabaco que Torelli siempre trae entre dientes. Ni raza ni género se salvan de ser atropellados, agredidos, menospreciados. Y claro, no sólo es Torpedo el artífice de estas chicanadas. El mundo en que habitan todos estos seres es hostil hasta la pared de enfrente.
Y aún con eso, y sintiendo una pequeña comezón ahí donde se suele alojar la culpa, la cosa es adictiva. Atrapa. Como el siguiente cigarro hediondo que se enciende con el remanente del primero. Algo que debería ser detestable, que es grosero. Sabe bien porque también es ficticio, porque está bien hecho. Porque para fines del género e historia, cada cosa sirve y está en el lugar que corresponde.
Es ameno leer algo que sabes incorrecto. Hoy quizá más que en cualquier otra época. Porque esta lectura, además de entretener con historias de hombres rudos, mujeres fatales y balazos a granel; sacude la cabeza. Este mundo de los veintes y treintas no es historia, no es una investigación periodística. Está más alimentado, me parece, por el cine noir de los 50, por las series de televisión y radio de antaño. Pero viene sin censura, no omite ni finge.
Si existen los clichés sobre los chinos, los negros, las mujeres voluptuosas, es por que de algún lado tuvieron que venir. De aquel pasado que en ese entonces era la realidad. Muchas veces, pasear por una historia con la que te sorprendes, con la que no concuerdas, amplia tu panorama y te ayuda a reafirmar lo que crees. Lo que haces después con ello… depende enteramente de ti.
Luca Torelli es frío como el metal de su revólver, mortal y certero según la suerte (que le juega mal casi siempre que hay mujeres de por medio). Acompaña esta lectura con un whisky en las rocas o, en su defecto, con un refresco de manzana con hielitos para dar el gatazo y sentirse en el mood.
¡Bang!