Saint Exúpery: el último vuelo de Hugo Pratt

Por Miguel Ángel Cortés

 

Es la belleza de la lectura. Conocer a otros aun sin fisicamente coincidir. Y en ello, entender, sentir, empatizar con el otro. Que las páginas sean espejo de nosotros mismos. De aquello esencial que es invisible. Hugo Pratt se da a la tarea no solo de conocer toda la obra, sino también la vida entera de Saint-Exupéry y con ello comienza también a adentrarse en su cabeza, en su persona. Crea entonces una historia; puente entre lo que pudo ser y el misterio que rodea la desaparición y consecuente fallecimiento del francés.

 

El último vuelo que versa y teoriza, más poética que históricamente, lo que pudieron haber sido los últimos seis minutos de trayectoria de aquel avión Lightning P 38 que sobrevolaba el Mediterráneo un lunes 31 de julio de 1944. El desierto. Los cielos despejados. La alucinación. El recuerdo. La melancolía.

Si acaso Saint-Exupery ya se hallaba exhausto a sus 44. Melancólico de aquella infancia cuasiperfecta. Casa materna enormísima; o que al menos así lo parecía en aquellos primeros años. Horas de juego interminables, aventuras rebosantes de imaginación, de lecciones que no hicieron más que matizar aquella sensibilidad y amabilidad para con el mundo y los otros, de observar el mundo siempre con bondad. Que acaso también fuere un problema en ocasiones, pues esto hizo que el aviador francés se sintiera frágil y poco capaz por momentos durante su vida.

 

Era entonces el piloto de guerra más viejo del mundo. Cerca estaba de perder por segunda vez sus alas. Tal vez fue su elección sin siquiera él mismo saberlo. Volar por siempre. Despedirse o desaparecer así.

Esta fue también una de las últimas obras de Pratt. El álbum consta de 80 páginas. Unas sesenta son cómic puro; anteceden otras, que son la investigación y presentación del italiano al desarrollar su obra. Son aquellas situaciones y momentos más trascendentes en la vida de Saint Exupery.

Cierto es que, por momentos el dibujo parece descuidado y existe un contraste entre el diseño de personajes y el de los aviones. Rumores dicen que Pratt pudo haber contado con ayudantes no reconocidos a la hora de desarrollar el arte del cómic pues, además del factor edad, en realidad no era muy bueno con el dibujo de vehículos. Cierto o no, eso queda en segundo plano. Para apreciar el arte de Pratt están las historias de su archirecontrafamoso Corto Maltés y demás obras creadas. Esta es más una historia de homenaje, de amistad, reconocimiento, empatía y cariño de autor a autor.

Sirve tener una idea clara y un conocimiento profundo sobre vida y obra de estos dos sujetos. Así se puede sorber delicadamente y meñique en ristre del néctar de esta obra. Su valor histórico y artístico. Pues es, como ya he dicho, el encuentro de dos grandes.

Pero si no sabes absolutamente nada de estos dos fulanos europeos del siglo pasado, uno narizón y el otro con un vientre enorme, ojerosos ambos, no hay absolutamente ningún problema, pues al llegar aquí lo que sigue es puro descubrimiento. Bendita herramienta el internet para hoy día empaparse de información e ir hurgando más y más en historias y las historia detrás de estas.

 

Creo que no es error decir que la gran mayoría de la gente en el mundo que conoce El principito podría nombrar al autor. Pero esa pequeña obra es tan grande, tan famosa, ciertamente también tan explotada mercadológicamente, que todo lo demás que Antoine de Saint-Exupéry creó ha quedado relegado y sumergido, desperdigado en un mar profundo. Y con ello, su vida, su trayectoria como aviador, y su mítica y misteriosa desaparición.

Personalmente, tuve la dicha de encontrar algunas de sus obras como Vuelo nocturno, Tierra de hombres y Ciudadela en algún remate de libros de la Ciudad de México, cuando aún se realizaba en el Auditorio Nacional. Pero, hasta entonces no tenía yo idea, simplemente no se me había pasado por la cabeza la pregunta de si el autor de aquel librito entrañable había hecho algo más, o quién había sido.

Alguna vez en una Feria del Libro de Guadalajara me encontré en el mismo stand al lado de Paco Ignacio Taibo II, empedernido escritor y difusor de la lectura. Lejos de importunarlo, me di el gusto de escuchar como instruía a una chica sobre una cajita de cartón que contenía varios libros delgaditos y que tenía a un apuesto sujeto con atuendo de marino y un arete en la oreja. Era Corto Maltés. Aquel señor bigotón preguntó por el precio, agradeció y se fue diciendo a aquella chica lo valioso de la obra, lo rentable que resultaba (en proporciones costo-beneficio) adquirirla. Por aquel entonces no tuve el recurso. Pero en algún momento pondré mis garras sobre ese tesoro que es la obra más reconocida de Hugo Pratt.

Esas son algunas de las dichas de la lectura. No solo las historias por si mismas, sino todo el contexto de sus creadores, las vidas, los contextos sociopolíticos y geográficos que permean en aquello que generan.

Volar desde un sofá y aterrizar siendo otros. Bon voyage.

Author: Miguel Ángel Cortés

Periodista por formación y ñoño por convicción, disfruta por igual la comida y las nuevas historias, pero un poquito más malcontarlas para intentar antojárselas a cualquier persona desprevenida que cometa el error de escucharlo. Vierte reseñas informales sobre sus lecturas en Instagram, bajo la cuenta @elmikemikemike y sueña fervorosamente con vivir haciendo algo que remotamente le acerque al mundo del cómic, el cine y la cultura pop en general. Lleva una vida nerd de provincia en la ciudad de Morelia, acompañado de su generala María, su gato Iago y hartos cómics.

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