Por Joel Cuéllar
Algunas revistas han destacado a lo largo de la historia de la narrativa gráfica mexicana, entre estas podemos encontrar nombres como el de la revista Bronca o El Gallito Inglés. Pero un proyecto posterior a estos y que merece ser recordado es el de la revista Cenizas, que en la primera década del siglo XXI presentó una muy interesante combinación de narrativa gráfica con artículos de reflexión y análisis sobre ese mismo medio, además de reseñas de música y cine, entre otras cosas.
Con autores como Frik, Tony Sandoval, Arturo Casillas, Patricio Betteo, Andrés Ledesma, Coral Herrera, Miguel Ángel Hernández Cedillo e incluso Robert Crumb entre sus páginas, Cenizas: Revista Narrativa-Gráfica se distinguió por una experimentación que coloca al proyecto como un producto sui géneris, con una sensibilidad y preocupaciones propias. Y ya que de la vista nace el amor, cabe mencionar que en las portadas de Cenizas destacaron autores como Racrufi u Omar Ladrönn. Para cuando el proyecto llegó a su fin, Cenizas se había hecho de una reputación bien merecida.
Proyectos como este son necesariamente un esfuerzo colaborativo, sin embargo, es común que sobre una o dos personas recaiga una cantidad importante de la coordinación, el esfuerzo y la visión que le dan coherencia a cualquier proyecto. En el caso de Cenizas esta responsabilidad recayó sobre su director general, Santiago Fernández Lorenzo. Oriundo de Toluca y nacido en 1977 es miembro de una generación que creció con una influencia importante de la historieta europea, estadounidense y latinoamericana. Fue él quien coordinó el proyecto desde el principio, pero además consiguió el apoyo económico de la edición 2006 del Programa “Edmundo Valadés” de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes, por parte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, que permitió la continuidad del proyecto tras la edición de los primeros dos números.
Habiendo identificado a Santiago como una pieza clave para entender el proyecto de Cenizas, un servidor se dió a la tarea de contactarlo. Muy amablemente, él se tomó un par de horas para responder algunas preguntas acerca de la génesis y la experiencia de llevar a cabo un proyecto como este, intercambio que a continuación les comparto, no sin señalar que por razones de espacio la mayoría de sus respuestas se presentan parafraseadas.
¿Podrías comentar cómo se desarrolló tu interés por la historieta?
Tuve una vocación muy temprana por el cómic, incluso antes de que supiera leer me interesaba calcar los dibujos de revistas como Mafalda o Mortadelo y Filemón. Alrededor de los doce años descubrí a los X-Men de Jim Lee y a la postre eso me llevó a estudiar Diseño Gráfico. Fue en ese tiempo que un amigo abrió su tienda de cómics, que se convirtió en el punto de reunión de a quienes nos gustaban los asuntos del cómic en Toluca.
Posteriormente comencé a viajar al DF, para asistir a convenciones como CONQUE o MECyF, toda esa época la disfruté y atesoro mucho. En la universidad cambió mi perspectiva de lo que el cómic podía ser como medio, por lo que empezó a interesarme mucho el cómic europeo, con autores como Moebius, François Schuiten o Guido Crepax, además de algunos mangakas como Inio Asano. A partir de ese momento me involucré en proyectos de cómic, además de hacer análisis desde la academia.
En 1999 se publicó mi tira cómica titulada Mortinato y Aborto en El Sol de Toluca durante unos seis o siete meses, antes de que fuera censurada. Por ahí debe haber un compendio de todas esas tiras. Como ves, poco a poco se dieron los factores necesarios para iniciar el proyecto de Cenizas, de ahí que la revista tuviera un perfil cultural dedicado a lectores que estuvieran interesados en ámbitos literarios distintos al cómic de superhéroes.
A partir de estos antecedentes, ¿cómo es que llegas al proyecto de Cenizas?
Durante algunos años olvidé mis intentos por entrar al mundo de la historieta como autor; de hecho no me titulé con un proyecto de diseño gráfico, sino con una tesis sobre el análisis hermenéutico de un volumen de Valentina, de Guido Crepax. Precisamente por el lado académico tuve oportunidad de ir a un congreso de cómic en Estados Unidos y en ese evento conocí a autores como Mike Mignola, Jeff Smith y Miguelanxo Prado. Regresando de esa experiencia fue cuando pensé “quizá podría otra vez hacer una noción de cómic” pero tratando de separarla de las definiciones y dogmas de lo que se supone que debe de ser el cómic.
Fue entonces que encontré un foro de Internet llamado Monos y Foreros, que después se llamó Ipso Facto, donde encontré una cantidad de gente que estaba haciendo cosas interesantes, de las que yo no sabía. Casi todos los comiqueros que salieron en la revista los conocí en ese foro. Y ahí ya me di cuenta de que sí había más diversidad en las definiciones de lo que se puede hacer y de lo que se quiere hacer. Eso fue estimulante. Por un par de años ese foro fue muy interesante y pude conocer a personajes que para mí eran nuevos en la escena del cómic, como Raúl Treviño, Tony Sandoval, Jorge Tovalín, Valerio Vega, o Maritza Campos. Eso me motivaba a intentar hacer algo.
Después de un tiempo decidí materializar la idea de la revista y dejar de esperar a un mecenas, imprimir algo para ser tomado en serio. Junto a Carolina Luna y a José Luis García Suárez nos dimos a la tarea de determinar el diseño de la revista y después se trató de mendigar dinero para imprimir los dos primeros números, sin tener distribuidor o algún otro plan. Por más de un año estuve durmiendo encima de todos esos ejemplares, y de ahí fue buscar patrocinadores, distribuidores y elaborar la solicitud para el programa del FONCA.
¿Cómo conseguiste el apoyo gubernamental que permitió la continuidad del proyecto?
Alrededor de los años 2003 y 2004, la comunidad de comiqueros de México discutía sobre la aceptación cultural de la historieta, inclusive se mencionaba que CONACULTA no recibía proyectos de cómic para participar en las convocatorias. Fue ahí cuando revisé las bases de las convocatorias e inmediatamente entendí a lo que se referían. Decía específicamente que no se aceptan proyectos de revistas de cómic. Textual, de cómic. Inmediatamente en mi cabeza surgió la imagen de que a lo que se referían era a fanzines de superhéroes, con muy baja calidad en el dibujo y la impresión. Fue cuestión de cambiarle la etiqueta para que entendieran que nuestra revista no se trataba de ese tipo de proyecto.
¿Cuál es tu opinión actual de este tipo de apoyos?
Para todos los defectos que los gobiernos de cualquier partido político en nuestro país pueden tener, el asunto de los incentivos hacia la cultura es muy importante. Los montos económicos pueden parecer poca cosa, pero te sacan de muchos problemas. Claro, muchos de esos incentivos son una inversión a fondo perdido, no todo germina, pero encauzar el talento, tanto en este medio como en cualquier otro, es lo que permite crear una noción de identidad o voz auténtica de lo que puede ser México.
¿Tienes una definición sobre la identidad del proyecto de Cenizas?
No, creo que no abordaba conceptos de identidad en aquel entonces, te puedo decir las influencias, más o menos cómo se gestó el proyecto a partir de la idea. He escuchado mucho que quisimos ser el Métal Hurlant mexicano y en efecto tengo gusto por esa revista, pero quizá es demasiado subversiva. Las dos revistas que yo trataba de hacer en una sola era la Raw de Art Spiegelman y La Tempestad (de José Antonio Chaurand y Nicolás Cabral).
En la editorial del último número de Cenizas mencionaste que el proyecto toma sus propias decisiones… ¿cuáles fueron?
Cuando conseguí un distribuidor y salieron los dos primeros números, muchos autores se acercaron y no fue difícil continuar desde ahí. Cabe mencionar que todos los comiqueros que nos aportaron su colaboración lo hicieron a modo de donación, creo que recopilamos muy buen material.
Todos los artículos fueron escritos por gente que conocía la academia, y que en su tiempo libre se dedicó a escribir artículos sobre la historieta o algún otro tema. Se comenzaron a asomar más personas, y para el último número ya éramos ocho en el consejo editorial, quienes además estábamos aportando material. Alguien llegó de España y mencionó que allá conoció al editor de Robert Crumb, entonces fué cuando nos animamos a meter tiras de R. Crumb.
En fin, para el último número sí seguía siendo mi proyecto, pero la cantidad de gente que se había sumado era muy gratificante, ya era todo muy orgánico, llegaban las propuestas y no tenía que estar buscando talento. Retomando la visión de Moebius sobre Métal Hurlant, siempre concebí Cenizas como un proyecto vivo, es decir, con un nacimiento, un desarrollo y una muerte. Me hubiera gustado que muriese tras cien números, pero bueno, así fueron las cosas.
¿Cómo se llegó al final del proyecto y qué aprendizaje te llevaste de la experiencia?
Para 2009 decidimos cerrar definitivamente el proyecto y esto se debió a varias cosas: se desapareció nuestro distribuidor, no podíamos tener el apoyo del FONCA por dos años consecutivos, no encontramos patrocinadores y me ganó la desorganización. Poco a poco quienes se habían acercado a colaborar fueron perdiendo el interés.
Aprendí que para un proyecto como este tienes que investigar mucho sobre la forma en que vas a materializar el producto, y ya materializado, tener la manera de hacerlo llegar a una audiencia. En mi experiencia, el asunto de la distribución para medios impresos es algo muy complicado. De no haber encontrado a nuestro distribuidor, la revista nunca se habría podido colocar. Si tuviera que hacer algo similar hoy en día, tendría un plan financiero minucioso, que dejara claro los objetivos económicos. Esto permitiría saber cuánto dinero entra y sale, saber lo que se necesita para que el proyecto salga adelante.
¿Cómo sientes que ha envejecido la revista?
Una de las cosas que tenía en la cabeza en aquella época era la atemporalidad de un discurso artístico. Si logras conjuntar un sentimiento muy personal con un mínimo conocimiento técnico para producirlo, es posible crear un material que puede ser leído en cualquier época. A salvedad de las portadas y editoriales que hice para la revista, creo que el contenido que colocamos ahí sigue siendo relevante porque sigue siendo disfrutable a pesar del paso del tiempo.
En mi humilde opinión, el trabajo que realizó Santiago Fernández Lorenzo en Cenizas fue sumamente valioso para la escena de la historieta nacional, por lo que merece ser recordado y apreciado, pues dejó testimonio de algunas propuestas sumamente interesantes que se realizaron al comienzo de este siglo. Santiago es actualmente académico de la Licenciatura en Estudios Cinematográficos de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Si te interesa conseguir algún número de Cenizas, puedes contactarlo a través del correo electrónico editor_cenizas@hotmail.com.