Por Mauricio Matamoros. Publicado originalmente en Comikaze #7 (noviembre de 2009).
Lee la primera parte del artículo en este link.
La revolución en superhéroes llegó en los años 80. Dez Skinn, quien durante los años 70 había editado tanto para Marvel UK como para el título 2000 A. D., buscó independizarse en la siguiente década y realizar una antología periódica con talento inglés, la cual permitiera a sus creadores retener los derechos sobre los personajes, en un ambiente de total libertad creativa.
La mítica Warrior
Este proyecto, que llevaría el nombre de Warrior y que apareció en 1982, coincidió con el deseo de un guionista prácticamente desconocido, de nombre Alan Moore, por desenterrar a Marvelman y regenerarlo, tras su desaparición del mundo editorial inglés a finales de los 60.
El contacto entre Moore y Skinn no tardó en suceder y, en teoría, este último contactó a Mick Anglo (dibujante original de Marvelman) para ver la posibilidad de reutilizar al personaje en nuevas historias, y con la promesa de reimprimir varias historias antiguas. Anglo no tuvo problema alguno con esto.
Para Marvelman, Skinn había pensado en Dave Gibbons o Brian Bolland para ilustrar los guiones de Moore, artistas que entonces ya presentaban una manufactura extraordinaria, aunque no eran las luminarias que son hoy día. Incluso un muy joven Steve Dillon fue considerado en segundo término, pero finalmente el poco experimentado Garry Leach fue a quien las circunstancias brindaron la oportunidad, al estar al frente de la dirección de arte de la revista y poseer un estilo bastante realista.
Warrior era un esfuerzo sobrehumano: Skinn y Leach eran quienes prácticamente estaban al mando de la revista, y el resto de artistas y escritores se comprometían a entregar su trabajo en las oficinas de Quality Communications, empresa creada para esta publicación y cuya oficina estaba en el desván de una tienda de cómics en Londres, propiedad del propio Skinn.
Así, con el apoyo e interés de Steve Moore, Alan Moore, Garry Leach, David Lloyd, Steve Parkhouse y Steve Dillon, Skinn logró conjuntar el equipo necesario para hacer realidad la epifanía que sería Warrior. De ahí salieron, durante los primeros números, personajes e historias tan sobresalientes como Laser Eraser and Pressbutton, y por supuesto, V for Vendetta y Marvelman, mientras que en los últimos números de la revista veríamos series nuevas, como la estrambótica The Bojeffries Saga, de Moore y Parkhouse.
Cada una de estas obras brilló con luz cuasi extraterrestre y, como sabemos, especialmente las bosquejadas por Moore. V for Vendetta venía siendo el esfuerzo por presentar una lectura de vengador oscuro, tipo Batman, mientras que Marvelman, como se sabe, una deconstrucción del mito del superhéroe con la idea de trazar nuevas líneas.
Las primeros cinco capítulos de Marvelman poseen una fuerza visual fenomenal, pocas veces vista hasta ese momento en el cómic de superhéroes. Aunque Leach no había hecho gran cosa más allá de unas pocas historias cortas para la popular antología semanal inglesa 2000 A. D., su talento resultó innegable, pues mostró un detalle y dedicación extraordinarios en el arranque de la serie.
Sin duda, pensar en la participación de Bolland, Gibbons o Dillon en el arranque de Marvelman resulta casi estremecedor; pero enfrentarse a lo concretado permite entender que la historia fue exquisita y sobresalientemente concebida por Leach.
En aquella época, Moore se hallaba en el trance de su primer gran momento (y por tanto, uno enorme para la historieta en general), quemando una gran energía al escribir D.R.and Quinch, para 2000 A. D.; Captain Britain, para Marvel UK; así como Marvelman y V for Vendetta, para Warrior, todas obras sobresalientes en sus especializados géneros y búsquedas.
El primer regreso de Moran
Finalmente, Moore concretó sus objetivos con Marvelman, y tal vez no debamos decir que los sobrepasó, pues desde un inicio eran ilustres. Sin remordimientos nostálgicos (por supuesto, sólo tomando en cuenta la nostalgia a la hora de escoger Marvelman como su vehículo de exploración en su primer movimiento filosófico con base en la figura del superhéroe), los 30 años de historias previas del personaje pasaron a ser tan sólo una alucinación inducida en la Marvel Family, para comenzar entonces la inmersión del discurso en las triquiñuelas dramáticas y psicológicas que integran el subgénero (de los superhéroes), utilizando el momento histórico, así como los intereses políticos y filosóficos de Moore, como escenario y catalizador de su construcción.
Un buen día de 1982, mientras el reportero Mike Moran (quien no recuerda su vida anterior como superhéroe) es víctima de un secuestro a cargo de terroristas en una planta nuclear, se encuentra con una puerta cuya ventana lleva inscrita la palabra atomic. Al verla proyectada de forma inversa sobre el suelo, en un solo instante Moran recuerda lo que fue en el pasado y lo que puede ser de nueva cuenta. En medio de una explosión nuclear, al grito de ¡Kimota! Marvelman renace ante un mundo nuevo, un nuevo orden mundial… y de pensamiento.
Moore, además de remodelar al superhéroe a través de la saga, lo inserta en la ciencia ficción dura y lo plantea como un escenario para hablar del mundo; todo esto sin perder la capacidad de disfrutar y entretener con fantasía.
Lo que tres décadas atrás fue una copia más que chata de Superman, se convirtió en un experimento diabólico de un mexicano (el Dr. Gargunza, nacido en Orizaba, Veracruz, y genio creador de este superhéroe), gracias a una tecnología extraterrestre que permite el acceso a otras dimensiones. Entonces, el poder pervierte (como la realidad lo ha demostrado) y por primera vez los resultados son auténticamente catastróficos e inolvidables en la historieta. Pero el poder absoluto, además de corromper, puede llevar a la búsqueda del bien común como escenario absolutista benévolo, y esa es la propuesta de Moore.
El viaje a América
Para 1984, Skinn no pudo continuar con Warrior, por lo que tanto Marvelman como el resto de personajes presentados en la publicación se quedaron sin tribuna, y en este caso el sello Eclipse fue el que obtuvo el permiso para publicar en Estados Unidos el material aparecido en Warrior, así como continuar la historia del héroe. Para ello, Marvelman tuvo que convertirse en Miracleman, para evitar una demanda por parte del Marvel Comics, quien en Estados Unidos tenía los derechos sobre la palabra Marvel, a pesar que el personaje inglés tenía unas tres décadas de antigüedad.
Tras Leach, Alan Davis continuó con la saga brevemente, para pasar entonces a manos de Chuck Beckum (Chuck Austin) y Rick Veitch, hasta llegar a la ejecución visual de John Totleben en la saga final, Olimpus. Lo sublime y lo sórdido, en manos de un ser omnipotente (reflejado en la prosa y poesía de Moore), llega a terrenos insospechados con la tinta de Totleben, quien crea sueños y pesadillas.
Poco más de dos años, entre mayo de 1987 y diciembre de 1989, se llevó la realización de los últimos seis números de esta saga de Moore y Totleben, tanto por su calidad, como porque Moore continuó a la vez con Swamp Thing y construyó Watchmen, a la par que Totleben imprimía gran detalle en su trabajo, mientras batallaba con la retinitis pigmentosa, una enfermedad que le nubla la vista y le impide enfocar.
Limbo y resurrección
Tras este cierre, Moore no quiso continuar más con el personaje, pero legó a Neil Gaiman los guiones y a Mark Buckingham las ilustraciones. El resultado a partir del número 17 de la serie fue un sorprendente análisis de la sociedad, en un escenario paradisiaco y bajo un régimen absoluto del bien, con distintos estilos gráficos según las necesidades del guión, los cuales mostraron la increíble y camaleónica capacidad de Buckingham. Gaiman, por su parte, despliega su exitosa prosa, aunque en ocasiones acercando más su relato a la fantasía que a la ciencia ficción.
Con este equipo creativo, nueva y finalmente, Miracleman llegó a la inconclusión, al publicarse el número 24 de la serie en agosto de 1993. Eclipse se declaró en bancarrota; Todd McFarlane compró los negativos de todo el material de la editorial, y con ello consideró tener el control sobre la explotación del mismo.
Por esta razón (y por los derechos sobre el personaje Angela, creado por Gaiman para el Spawn de McFarlane) inició una disputa entre ambos por la propiedad de Miracleman, la cual llegó hasta nuestros días. Pero en julio de 2009, Marvel Comics anunció que gracias a un acuerdo con Mick Anglo (quien supuestamente, sin saberlo, nunca cedió los derechos del personaje a Skinn para Warrior), la Casa de las Ideas obtuvo los derechos de explotación sobre Miracleman.
Entonces, tal vez, finalmente, el siglo XXI sea la Era de los Milagros.
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+ Kimota! La historia detrás de Miracleman (parte 1)
Nuestro colaborador
Actual editor de DC y Vertigo para Editorial Televisa/TBG, inició su carrera periodística en la sección cultural de Unomásuno.
Colaborador frecuente de la desaparecida revista Cinemanía, fue jefe de información de área de Publicaciones de la Cineteca Nacional.
Tiene un par de libros publicados dedicados a la historieta, H. P. Lovecraft y Alan Moore. Bajo el sello de Samsara Editorial recién publicó un compilatorio de Aníbal 5, cómic de culto creado por Alejandro Jodorowsky.
16 marzo, 2019
Hace años que empecé a comprar MM por números sueltos, la guarde y aunque no quize comenzar a leerla ocasionalmente ojeaba los numeros que tenía. Cuando vi la cara del Dr. Gargunza pense que era como una version neandertal de Gustavo Diaz Ordaz. Hoy llego a la página del Red king syndrome donde el doc cuenta su historia y pues si, curioso pero tal como lo sospechaba es un villano mexicano. ¿Será que Alan M hizo intencionalmente un guiño a la historia del ’68? ¿Solo yo pienso eso? Me gusta pensar que no es coincidencia.