Por Agustín Pepper Amezcua. Publicado originalmente en Comikaze #14 (octubre de 2011)
El lector de cómics es una especie sumamente voluble: puede amar con todas sus fuerzas a un personaje que tan solo cinco números después comenzará a odiar, o decir yo jamás leeré tal o cual cómic, y dos semanas después no despegar sus ojos de éste (cuéntenme entre esos últimos). Diga o haga cualquier cosa, el verdadero lector de cómics nunca dejará de amar al medio; eso es lo que hace un verdadero fan (o fanboy). Todo esto me lleva a hablarles un poco sobre una historieta que, además de plasmar los sentimientos que las viñetas pueden llegar a causar, logró reunir a varios nombres clave en la historia de las viñetas.
Obra del legendario Sergio Aragonés y de Mark Evanier, publicada entre marzo y agosto de 1999, Fanboy narra la historia de Finster, un adolescente fanático de las historietas, como la mayoría de nosotros somos o fuimos, quien estudia la preparatoria; es dueño de una fracasada vida social; víctima de una chica que no lo toma en serio, y blanco del bravucón de la escuela. Pero Finster se refugia en su trabajo, la tienda de cómics del señor Grudge, un gran empleo a menos que, en palabras del propio Finster, extrañes las cosas pequeñas de la vida, como las vacaciones, el aire o un pago. Cabe decir que en dicha tienda Finster se dedica a perfeccionar su técnica como dibujante de cómics. Como podrán ver, es inevitable sentirse identificado con él.
A lo largo de los seis números que comprenden esta serie desfila una larguísima lista de artistas invitados, como Jerry Ordway, Bernie Wrighston, Matt Haley, Tom Simmons, Kevin Nowlan, Wendy Pini, Will Blyberg, Dave Gibbons, Gil Kane, Bill Sienkiewicz, Jordi Bernet, Dick Sprang, Neal Adams, Frank Miller, Bruce Timm, Steve Rude, Phil Jimenez y Mike Grell, entre muchos otros grandes del cómic, que prestan su talento para narrar las historias imaginarias que Finster corre junto a Superman, Green Lantern, la JLA, Sgt. Rock, Batman y Wonder Woman.
Fanboy cuenta la realización de la fantasía de todo lector de cómics: vivir en tu propia historieta y codearte con tus héroes favoritos, aunque sea por un instante. Es así que, a lo largo de las entregas, mientras vemos a Finster aprendiendo que saber cómo usar el cerebro es mejor que adquirir cualquier superpoder, también lo observamos lidiar con una profesora psicótica, ir a la cárcel, enfrentarse al cada vez más absurdo Comics Code Authority, resolver un robo al estilo del detective más grande del mundo (Batman), o superar una decepción amorosa.
Sin duda, Fanboy es una de las obras más divertidas e interesantes de la carrera de Aragonés, pues el despliegue de técnica y conocimiento que maneja en ella lo coloca en otro nivel; además, no se trata solamente de una historieta que causa risa hasta el llanto, sino que también refleja la vida de un chico inmerso en un mundo que lo trata mal por el simple hecho de ser fanático de los cómics, a la vez que muestra la eterna discusión sobre la legitimidad del cómic como arte.
Un detalle particular de Fanboy es que al final de cada número, las páginas que regularmente se dedican a las notas del editor en jefe, son ocupadas por una especie de diario, donde Finster narra al lector los pasajes de su vida que quedaron marcados por los cómics, además de presentar recomendaciones para quienes desean ser dibujantes.
Quizá algunos lectores puedan sentirse identificados con Finster y por ello logren llevar su lectura a un nivel más personal (en definitiva es de las mejores historias que he leído, y cuando tuve el gusto de trabajar en una tienda de cómics valoré mucho más este cómic). Pero con esto no quiero sonar paternalista ni decir que debamos tomarnos las cosas muy en serio, pues el objetivo de este título, como debería ser el de cualquier historieta, es lograr que nos olvidemos de nuestra realidad un momento para vivir en la fantasía, un breve momento.
Sin el mínimo temor a equivocarme puedo asegurar que la lectura de Fanboy será de las más divertidas y amenas que podrán hallar en una historieta, pues ya sean lectores ocasionales o ávidos devoradores de cómics, sentirán el amor que Aragonés puso en cada número y además se quedarán con la sensación de que si se siguen creando cosas como ésta, la humanidad aún tiene un futuro.
El bigote más famoso del cómic
Nacido en Castellón, España, Aragonés emigró junto con su familia a la ciudad de México, huyendo de la Guerra Civil Española. Según ha contado, su pasión por el dibujo comenzó el día en que sus padres lo dejaron solo con una caja de crayones, en un cuarto vacío. Al regresar descubrieron que el pequeño Sergio había cubierto las paredes con cientos y cientos de dibujos. Años después, en 1962, tendría lugar su ya legendaria llegada a Nueva York, con solamente veinte dólares en el bolsillo y un portafolio lleno de dibujos, buscando una oportunidad que finalmente encontró en la revista MAD, gracias al dibujante de Spy vs Spy, el cubano Antonio Prohías. Desde entonces la carrera de Aragonés no ha parado, regalándole variadas e interesantes historias al mundo del cómic.
Dato Comikaze
+El número de Fanboy dedicado a Sgt. Rock cuenta con una portada a cargo del legendario Joe Kubert.
+Además de estudiar arquitectura en la UNAM, Aragonés aprendió pantomima bajo la dirección de Alejandro Jodorowsky, con el fin de mejorar los movimientos de sus personajes de cómic.