Por Joel Cuéllar López
Cuando la última década del siglo pasado recién había terminado y con ella mucha de la efervescencia que trajo a la escena del cómic nacional, un grupo de amigos se reunieron a pensar sobre las futuras posibilidades del medio, sus nombres eran Bernardo Fernández, Tony Sandoval y Santiago Casares. Los tres ahora son reconocidos historietistas y en ese momento ya contaban con una sólida experiencia en el medio, pero más importante aún, estaban motivados para hacer algo nuevo.
Bernardo, mejor conocido como BEF, se encontraba en un receso de su labor en el medio, habiendo concentrado su carrera en la literatura de ciencia ficción. Recientemente Sebastián Carrillo (Bachan) lo había invitado a colaborar en El Bulbo y estaba listo para hacer su regreso, al estar familiarizado con la escena del cómic por un lado y con la de literatura de ciencia ficción por el otro. La idea se consolidó como un proyecto en donde se conjuntarían ambos mundos.
Otra de las razones que posibilitaron darle continuidad al proyecto fue que BEF tenía una actividad profesional diferente a las escenas creativas donde se desenvolvía, pues al ser diseñador gráfico ya había estado involucrado en la labor editorial y conocía el punto de vista tanto de los escritores como de los dibujantes. Fue entonces que comenzaron a invitar a los autores y artistas que conformarían un verdadero escaparate de la escena nacional. Al principio pocos escritores de ciencia ficción respondieron, al parecer debido a que su comunidad había experimentado cierto desencanto tras varias décadas de organizarse en asociaciones y realizar eventos sin la trascendencia esperada.
Sin embargo, la respuesta de los historietistas fue muy grande, lo que compensó la inicial falta de entusiasmo de los escritores. Cabe mencionar que desde un principio la intención fue invitar a personas fuera del círculo de amistades de los convocantes, pero se mantuvo el criterio de invitación pues de otra manera el trabajo de selección sería demasiado.
Para este punto Pepe Rojo y Deyanira Torres se habían unido al consejo editorial del proyecto, cuyas dimensiones ya eran tan grandes que quedó clara la falta de dinero para llevarlo a cabo. Fue entonces que surgió la idea de solicitar una beca de coinversión al Fondo Nacional Para la Cultura y las Artes (FONCA), no sin una gran incertidumbre, pues el género de ciencia ficción tenía una historia de menosprecio por parte de los sectores de la alta cultura y el medio de la historieta tenía una fama similar; de hecho corría el rumor que este tipo de proyectos simplemente no eran considerados.
Para asombro de propios y extraños el apoyo fue otorgado, en parte por la recomendación de personalidades como Rafael Barajas alias El Fisgón y además porque desde un principio se contaba con un plan de distribución. Esto último es relevante porque la novela gráfica todavía se estaba haciendo de un lugar en las librerías mexicanas, además que el proyecto contaba con una identidad más cercana al libro que a la revista.
El resultado fue una obra con múltiples influencias; por ejemplo, el título aludió a las representaciones de extraterrestres con tentáculos dibujadas por artistas como Frank Kelly Freas, que solían aparecer en revistas pulp como Weird Tales y Astounding Stories, mientras que por otro lado el volumen, dedicado a Germán Butze, se consideró a sí mismo un homenaje a Los Supersabios.
Sin duda Pulpo Comics (2004) es una obra de alta calidad, tanto en su edición como en el arte y la narrativa, con historias que nos llevan del humor a la reflexión, pasando por el comentario sociale y la sátira mordaz. De modo similar, al tratarse de una antología, podemos observar una gran diversidad de estilos y técnicas artísticas, que van de lo caricaturesco a lo grotesco, pasando por el realismo.
Aunque la visión es clara y la obra no se desvía de ella, dentro de estos confines encontramos una gran diversidad. Ciertamente permite observar, al menos parcialmente, lo que ocurría en la escena mexicana del cómic allá por el 2004. Aun con el talento de casi cuarenta creadores, al parecer hubo muchas más contribuciones que por una u otra razón no llegaron a la edición final. En su momento se planeó lanzar un segundo tomo, pero lamentablemente hasta hoy no ha sido posible. Sin embargo, la calidad de este esfuerzo merece ser reconocida, así como su aportación para lograr la apertura de espacios para este medio en las librerías.
Como anécdota personal me gustaría agregar que conocí por primera vez esta antología una tarde en la que recorría la Biblioteca de México. La encontré en el espacio dedicado a la biblioteca personal de Carlos Monsiváis. Ciertamente no supe del proyecto en el momento de su salida al mercado, pero ahora que recordamos los diez años de la partida de Monsi me es grato pensar que él también haya llegado a reconocer el valor de esta obra.