Por Santiago Fernández. Publicado originalmente en Comikaze #15 (enero de 2012).
No podemos descartar que un artista cualquiera que decide ser él mismo el leit motiv de su trabajo deberá tener algunas características peculiares como persona: quizá un poco ególatra, quizá otro poco depravado, quizá un todo excéntrico.
En el mundillo del cómic inmediatamente aparecen como referentes del género autobiográfico el consolidado Robert Crumb y Harvey Pekar, norteamericanos que desde sus respectivos márgenes socioculturales comenzaron a adquirir cierta notoriedad narrando sus vidas en cuadros. Sin embargo, a diferencia de las depravaciones sexuales que con todo descaro Crumb exhibe en sus compilaciones autobiográficas, o de los excesos intelectuales del franco perdedor y apóstata proletariado que fue Pekar, desde 1980 está presente un interesante caso en la figura de Eddie Campbell, el escocés a quién Jack el Destripador le construyó una casa en Australia.
Conocido alrededor del mundo como el dibujante de la obra maestra de Alan Moore, From Hell, Campbell es un tipo que se toma a sí mismo muy en serio como historietista y quien tiene en su haber algunas obras que, quizá de primera vista, no tienen ningún carácter atractivo, pero que una vez comenzadas se convierten en lecturas compulsivas. Como lo deja saber en la serie autobiográfica titulada Alec, el oriundo de Glasgow también proviene de un margen social que si bien no es tan folclórico y excesivo como el underground post-hippie de Crumb o tan deprimente como el Cleveland de Pekar, no deja de marcar lo que es su formación artística.
Así, en un cuasi pueblo escocés, donde lo mejor de la vida es pasarla de pub en pub después de la repetitiva tarea de cortar láminas de acero, el sobreeducado y refinado Alec MacGarry (doppleganger del propio Campbell) es feliz con la congregación de amigos que habitualmente se reúne en el King Kanute, viviendo las aventuras tan anodinas como cotidianas que dicho paraje puede ofrecer: tonterías de sus idiosincráticas amistades; rencillas entre tarros de cerveza, espontáneas parrandas y viajes; minucias de una relación que termina por fracasar; las de otra que acaba por convertirlo en marido y padre; los pormenores de decidirse por el cómic como medio de expresión, y la resaca existencial que a todos atosiga entre evento y evento.
Y si bien Alec/Eddie es el único hilo de continuidad de su propia vida, los personajes que le rodean no son categóricos de ningún tipo, pues las relaciones con sus novias, amistades y colegas son retratadas con una naturalidad y honestidad que provocan la adicción vouyerista de intrigarse por las aparentes insignificancias de sus vidas. Además, para todos los que alguna vez han estado tras las bambalinas del mundo del cómic, Campbell ofrece una narración de sus andares como joven artista en los precoces años 80, otorgando una detallada historia que abarca desde que decidió lanzarse a la historieta, justo cuando el cómic inglés comenzaba a revolucionarse con desconocidos talentos como Dave Gibbons, Alan Davis, Neil Gaiman, y por supuesto, Alan Moore, que no tardarían en ser figuras tanto en Inglaterra como en Estados Unidos.
Sin ser muy diferente a una charla con cualquiera de los dibujantes y escritores que ya tienen una carrera consolidada, Campbell narra anécdotas únicas como el haber atestiguado la transformación de Alan Moore de humano a superestrella; las nimiedades de una charla con Hugo Pratt; experiencias profesionales de las que algo se puede aprender (como la fatigante búsqueda de los mil y un contactos que le abastecían de breves encomiendas en una u otra publicación); la emoción de su primer libro impreso (te das cuenta de que cualquier palurdo lo puede hacer); la escasez de dinero o las mil mudanzas entre Glasgow, Londres y Australia, hasta llegar finalmente a la decisión de autopublicarse.
Leer el compilatorio Alec: The Years Have Pants, que relata alrededor de 30 años de vida en 640 páginas, no implica que uno conozca del todo al excéntrico e impredecible Eddie Campbell. Como una personalidad que siempre ha tenido un escaparate público, ya fuese a mediados de los 80 enviando responsivas a The Comics Journal o actualmente en su blog, Campbell siempre ha tenido una voz sustentada en su amplia cultura, su conocimiento histórico del medio y un raciocinio tan filoso como acertado que vale la pena escucharse y que no deja de sorprender. Así, Campbell oferta la Retórica del cómic, su versión de los instrumentos discursivos propios del medio, o su Manifiesto de la Novela Gráfica, donde abiertamente cuestiona si el término novela gráfica tiene algo que ver realmente con el cómic y si no es más bien otra etiqueta de marketing.
Compulsivo estudiante del cómic de todas las épocas, Campbell articula su disgusto por la tendencia actual en la que la mayoría de las publicaciones parecen storyboards realizados para un pitch de ventas en Hollywood, pero sin embargo se da el lujo de ilustrar un guión cinematográfico como el de The Black Diamond Agency o de hacer un librito pastiche (The Fate of the Artist) acerca de esa pregunta que todos nos hacemos: ¿Qué será de mis familiares, conocidos y mascotas cuando yo desaparezca?, tan solo para concluir contundentemente que la posteridad es una perra.
Campbell también es el azote de la crítica pseudoespecializada y académica anglocentrista para la cual solamente existe el cómic escrito en inglés (y que tan de moda está en Internet), misma que deriva del abanderamiento intelectual de Gary Groth y de la mencionada The Comics Journal (medio para el cual, imposible decir si de forma natural o irónica, escribe su hija Hayley).
Sin embargo, Campbell no sería más que otro refinado pseudocrítico intelectual si no tuviera esa maestría en su quehacer como dibujante y realizara una búsqueda muy personal sobre lo quiere expresar con ello. Por ello hay que poner atención a la evolución de su estilo de dibujo, desde los primeros años de Alec hasta el concienzudo trabajo a tinta en From Hell, en su maestría en las técnicas mixtas, su alarde del uso del color en The Black Diamond Agency y The Amazing Remarkable Monsieur Leotard, o en las reflexiones divertidas pero pertinentes que explaya en Bacchus.
Quizá sea la egolatría de Campbell el motivo de una obra no muy comercial, pero su influencia le ha permitido sutilmente ser más que un mero ilustrador de Alan Moore en la historia reciente del cómic. Muchos otros no podrán decirlo ni vendiendo 50 mil copias mensuales de Batman o X-Men.
Nuestro colaborador
Editor de la desaparecida revista Cenizas. Revista Narrativa/Gráfica. Engatusado articulista de cómics, también le ha dado por escribirlos, dibujarlos, editarlos y hasta estudiarlos. Actualmente está de vuelta en el restirador, la enseñanza a nivel licenciatura, y pregonar el Tao con el ejemplo.