Por Jorge Tovalín
En 1996, dos de los héroes consentidos de los lectores de comics unieron fuerzas por primera vez, en una historia escrita y dibujada por John Byrne, célebre por su etapa en títulos como Superman: The Man of Steel, Fantastic Four y X-Men. Con uno de los nombres más pesados de la industria y la dupla de Batman y Captain America como protagonistas… ¿qué podría salir mal?
Lamentablemente, este crossover, catalogado bajo el sello Elseworlds, etiqueta que reciben las historias publicadas por DC Comics que transcurren en una línea temporal distinta a la habitual fue, al menos para quien esto escribe, una total decepción. Pero comentemos brevemente la trama, para dar mayor contexto.
Corre el año de 1945 y el planeta sufre los estragos de la Segunda Gerra Mundial. Los villanos Joker y Red Skull unen fuerzas para robar de una base militar en Ciudad Gótica un artefacto secreto capaz de poner fin al conflicto, con el objetivo de pedir a cambio de este un millón de dólares. Es por ello que Batman y el héroe de las barras y estrellas se lanzan al rescate para echar por tierra el plan de sus némesis, con ayuda de Robin y Bucky, sus respectivos sidekicks.
Ya que el robo de una bomba atómica no corresponde al tipo de golpes que Joker suele realizar, el gobierno estadounidense sospecha que este ha sido manipulado por alguien más, por lo que asigna a Steve Rogers, identidad secreta de Captain America, para servir como guardaespaldas de Bruce Wayne, millonario filántropo a quien la milicia mira con malos ojos debido a su misteriosa forma de vida, con el pretexto de protegerlo de cualquier atentado, ya que Wayne forma parte de las pocas personas que conocen el llamado Proyecto Gotham, precursor de esta nueva arma de destrucción masiva.
Esto da pie a la que tal vez sea una de las mejores escenas del cómic: cuando Steve Rogers irrumpe en la Mansión Wayne, convencido de que este colabora con los terroristas, lo que desata un combate cuerpo a cuerpo entre ambos. Al medir fuerzas y analizar sus técnicas de pelea, ambos descubren la identidad de su contrincante, se reconocen como iguales, y se vuelven aliados.
En el otro lado de la moneda, el punto más bajo, y vuelto famoso entre los lectores de comics, es el momento en que Joker se entera de que el nazi Red Skull, quien ha operado entre las sombras buena parte del cómic, en verdad no tiene intenciones de cobrar el rescate por la bomba atómica robada, sino que desea soltarla sobre suelo americano, lo que da pauta a un momento realmente ridículo para los lectores extranjeros o, como en México diríamos, una gringada.
Por el lado artístico, Byrne mantuvo la conocida belleza de sus trazos, pero insistió en mostrarnos a unos siempre sonrientes Batman y Captain America, lo que con tras varias páginas puede ser demasiado dulzón a la vista. Aun así, esto es justificable si el lector toma en cuenta que el Hombre Murciélago presentado por Byrne es un homenaje a Dick Sprang, quien dibujó la mayor parte de las historias del personaje en los años 40 y la mitad de los 50, y cuyo arte retrató a Batman como un héroe bonachón y de sonrisa fácil.
La historia cierra con un simpático epílogo que vincula nuevamente a Batman con el héroe de Marvel, muchos años más tarde de su primer encuentro ficticio, aunque es notorio que no estaba contemplado como el cierre original de la obra.
Calificación: ⭐️⭐️
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