Por José Antonio Arzate, Ritocaster
arzatedg@hotmail.com
Para mucha gente, todo lo que se diga y escriba (o dibuje) del Che, es una apología del hombre convertido en símbolo, leyenda y mito a través de su icónica imagen, una fotografía convertida hoy en una marca y estandarte ideológico. Amado y honrado por muchos y odiado por otros tantos, el mayor ícono revolucionario latinoamericano no ha escapado a la aventura de la narrativa gráfica y hoy podemos disfrutar de una muy amena visión de su vida a través de la novela gráfica Che, una vida revolucionaria.
Basada en el libro del mismo título de su más prolífico investigador y biógrafo, el norteamericano Jon Lee Anderson y adaptada por el maestro caricaturista y comiquero mexicano José Hernández, esta novela gráfica editada en 2016 por Editorial Sexto Piso en su línea de publicaciones ilustradas podría convertirse en material perfecto para acercar a los jóvenes a la historia de este personaje, protagonista de una de las aventuras más trascendentes en la vida política de nuestro continente.
Con su característico estilo gráfico, el maestro Hernández nos lleva con sus lápices en un paseo casi cinematográfico, pues muchas de las viñetas tienen ese sentido narrativo en el que podemos tener una serie de acercamientos a la escena o perspectivas muy abiertas que nos dejan ver el contexto en el que se desarrolla la historia.
Basados principalmente en fotografías conocidas (¡algunas incluso tomadas por el propio Che!), los tres tomos que componen esta novela ofrecen un recorrido por los principales acontecimientos en la vida revolucionaria de Ernesto Guevara de la Serna, desde su salida de Argentina como médico, o su paso por México para encontrarse con Fidel Castro y partir en increíble odisea a bordo del Grandma hacia Cuba, donde recibió su popular apodo durante la guerra de guerrillas en las montañas cubanas donde se fraguó la revolución.
Otros pasajes retratados en esta obra incluyen su famosa “firma” como director del banco nacional de Cuba en los billetes de 20 pesos cubanos, la despedida de Cuba y sus aventuras en África, para finalizar con su vía crucis y muerte en la sierra boliviana. Todos ellos hechos que lo convierten en un héroe con boina digno de su propia historieta.
Esta novela está llena de emotivas escenas que muestran al Che como un personaje fuerte, no sólo por la investidura de su cargo como comandante de la revolución de América, sino por la humanidad manifiesta en viñetas cargadas de emotividad, fuerza y sangre. Pienso en esta obra como un tipo de documental foto-periodístico-gráfico que además contiene muchas escenas costumbristas y paisajísticas que nos permiten dar una vuelta en el tiempo para conocer cómo se veía nuestra América en aquellos años (entre 1952 y 1967, cuando muere).
Una de las cosas que más disfruto de la lectura de cómics es poder admirar los dibujos y escenas y tomarme tiempo para disfrutar todos los detalles y gestos en ellas. En la obra del maestro Hernández podemos incluso sentir esa intimidad que los personajes (especialmente el Che) exudan para dejar ver que, aunque viven en un mundo de cuadritos (como dijera el maese Rius), existen como mitos de hombres que escribieron la historia de nuestro tiempo.
Tenemos el compromiso de llevar el mensaje de estos personajes latinoamericanos a las nuevas generaciones y que mejor forma de hacerlo que a través de la narrativa gráfica. Hasta la victoria siempre.