Por Agustín Pepper Amezcua. Publicado originalmente en Comikaze #32 (tercer cuarto de 2016)
La lucha libre tiene varios paralelismos con el cómic. Entre ellos, nos presenta a personajes más grandes que la vida, así como a buenos y malos reflejados en los bandos rudo y técnico. Quizás uno de los mayores encantos del pancracio es que nos acerca al mito del héroe más que cualquier otra disciplina deportiva.
De entre todos los atletas de la lucha libre, hubo uno que destacó inmediatamente, no solamente por su descomunal estatura, sino porque supo interpretar a la perfección un papel, alcanzando la inmortalidad con ello.
André René Roussimoff, nacido en Francia, pero hijo de inmigrantes búlgaros, siempre tuvo algo que lo distinguió de entre los demás: era un gigante caminando entre hombres. A los 12 años ya medía más de 1.90 metros y pesaba más de 90 kilos. En su juventud supo sacar ventaja de su inusual fuerza al trabajar como mudancero, y se dice que él solo era capaz de hacer la mudanza completa de una casa en menos de un día.
Fue al cumplir 18 años que decidió probar suerte en el mundo de la lucha, abriendo con ello la puerta a su leyenda. Comenzó luchando bajo el nombre de Géant Ferré, una especie de paralelo francés de Paul Bunyan, gigante leñador que aparece en historias propias del folclor estadounidense. Fue un éxito inmediato, la gente hacía filas enormes para verlo, y su fama creció de prisa, por lo que muy pronto tuvo su primer gira luchística por Japón. Fue así como llamó la atención de promotores norteamericanos, quienes lo llevaron a luchar a Canadá, donde desafortunadamente lo sobreexpusieron, y el interés en su persona se desvaneció rápidamente.
Todo cambió cuando Vincent McMahon, padre del actual dueño de la empresa luchísitica WWE y fundador de la compañía, decidió que André se convertiría en una fuerza de la naturaleza. No habría más movimientos aéreos para el gigante, quien de ahora en adelante se convertiría en un monstruo, un fenómeno imparable al que todo mundo vería con terror.
André era el gigante bueno que podía contra todos los rudos, aunque él no estuviera precisamente feliz con dicho estilo. El coloso se volvió tan esencial en la vida del estadounidense promedio que no era extraño verlo en talk shows, e incluso sostuvo una pelea contra Chuck Wepner, el hombre que inspiró la historia de Rocky.
Vida y leyenda
En una época en que las noticias no viajaban tan rápido ni era tan sencillo conseguirlas, André siempre se mantuvo en el ojo de las cámaras, aunque su vida real se mantuvo como un misterio. Su diagnóstico de acromegalia, su hija no reconocida, las interminables giras mundiales y, sobre todo, el aislamiento social y la dureza con que era tratado por otras personas, fueron los secretos mejor guardados por el gigante.
Curiosamente fue Box Brown, un caricaturista estadounidense, quien plasmó la humanidad oculta en el monstruo y nos permitió dar un vistazo más profundo a la vida de este titán por medio de una lectura por demás memorable.
Con André the Giant: Life and Legend, Brown, originario de Filadelfia, quiso contar más allá de lo que todos conocían de este gran personaje, y el resultado es una novela gráfica de excelente narrativa y con un arte impecable.
Aunque Brown omitió momentos clave en la carrera de André, como su paso por México o la gran mayoría de sus giras por Japón, supo captar su esencia básica, el sentimiento de que en realidad no encajaba en ningún lugar, así como su latente alcoholismo (necesitaba de cantidades casi industriales de alcohol para embriagarse) y su lucha contra las consecuencias de la acromegalia, como el desgaste de sus articulaciones, el trabajo excesivo de sus órganos, y la posibilidad de que no viviera más allá de los cuarenta años, lo que en conjunto y al paso del tiempo melló el espíritu alegre de André, quien se volvió taciturno y solitario.
Considerando estos tintes oscuros en la vida del luchador, se agradece que el estilo de dibujo en esta novela gráfica sea desenfadado y divertido, aunque no por ello deja de ser una obra seria.
André sentía un profundo amor por la lucha y no tomaba a bien que otros luchadores le faltaran al respeto, y siempre se esforzó por impulsarla. Este mismo amor es palpable en los trazos de Brown, quien no sólo es un gran admirador de la lucha libre, sino también un apasionado de contar historias. Es este tipo de cómic el que nos hace renovar nuestro amor por el género y confiar que en el horizonte siempre vendrán cosas mejores.
Datos Comikaze
+Durante su infancia, varias veces fue llevado a la escuela por un joven Samuel Beckett, con quien solía hablar de cricket.
+La lucha entre Rocky y Thunderlips en la película Rocky III, es una recreación del combate entre André el Gigante y Chuck Wepner.