Por Agustín Pepper Amezcua. Publicado originalmente en Comikaze #9 (julio de 2010).
A mi abuelo Agustín
¿Qué recuerdas de tu niñez? ¿Los juguetes que aún conservas? ¿Los dulces que devorabas como si no hubiera un mañana? ¿La pila de cómics que sigues leyendo de vez en cuando? ¿Un amigo especial? ¿Un animal de peluche? Algunos mantenemos estos recuerdos ocultos, pero siempre presentes. Lo importante es no olvidar nunca y jamás perder la capacidad de asombro que viene con la niñez. Esto es lo que nos recuerda Herobear and The Kid.
Amor, aventura, drama y acción: si buscáramos todo esto, tendríamos que leer varios cómics de diferentes autores y estilos. O podríamos optar por Herobear and The Kid, de Mike Kunkel, mejor conocido por su trabajo como animador para Disney (Tarzan, Hercules) y Cartoon Network (My Gym Partner’s a Monkey, The Life and Times of Juniper Lee), así como por ilustrar la historieta Billy Batson and the Magic of Shazam! para la línea infantil del sello DC Comics, Johnny DC.
Ambientado en los suburbios de cualquier ciudad de Estados Unidos, Herobear and The Kid atrapa al lector. Y aunque tal vez nunca hayamos pisado un sitio así, seguramente lo hemos visitado cientos de veces a través de películas, series y cómics. Sabemos la distribución de la ciudad y de hecho podríamos ser cualquiera de sus habitantes. Es ahí donde radica su magia, pues la vida de Tyler (el protagonista) pudo haber sido la nuestra.
La historia comienza cuando Tyler pierde a su abuelo, un paso difícil para quienes hemos pasado por ello, por lo que su vida cambia drásticamente: tiene que mudarse, cambiar de escuela y comenzar de nuevo. Esto sería sumamente sencillo si no pareciera que Tyler intenta autosabotearse todo el tiempo y no tuviera que resolver los misterios que dejó su abuelo, a quien creía conocer perfectamente.
Así acompañaremos a Tyler por el viaje más importante de su corta vida; un recorrido plagado de amigos, bravucones y constantes visitas a La-la Land, cortesía de Vanessa (el interés romántico de nuestro joven héroe), quien lo mete en más problemas de los que podríamos imaginar. Es entonces donde entra Herobear, un oso polar gigantesco que tiene una capa roja atada al cuello.
En palabras del propio Kunkel, la historia entera detrás de The Inheritance (título del primer arco de la serie, desarrollado entre 1999 y 2005) es acerca del origen de un héroe, de hecho…de dos héroes, Herobear y Tyler. Pero en mi opinión, Kunkel lo lleva mucho más allá de esto, ubicando al lector en el comienzo de un viaje de autodescubrimiento, en el que la confianza y la fe permiten saber que al final de todo, las cosas saldrán bien.
De la animada mano del autor
Desde niño, el autor (quien se describe a sí mismo como un doodler o garabateador) decidió que quería dedicarse a dibujar, tras participar en un concurso de su salón de clases. Sumado a su amor por los superhéroes, esto lo llevó a dibujar el primer boceto de su propio héroe en 1987, a la edad de 12 años. El personaje, llamado Heroman, tenía como aliados a un oso de peluche (Boogie), un robot y una rana (no pregunten el porqué del batracio, pues ni Kunkel sabe la respuesta).
Esto sería el primer esbozo de Herobear & The Kid, pues al pasar los años, los personajes fueron cambiando: Kunkel se deshizo del robot y la rana, para rejuvenecer al personaje humano y hacer más grande al oso de peluche.
Fue en un viaje en tren a la San Diego Comic-Con, junto con mi esposa y su familia, que fui inspirado por su hermano a llevar a los personajes al siguiente nivel, así que hice el dibujo de un musculoso Herobear (muy al estilo Superman), recuerda el creador.
El estilo que Kunkel utilizó para este cómic, descrito por él mismo como blanco y negro con un ligero toque de rojo, podría parecer descuidado ya que varias de las viñetas parecen sketches inconclusos. Pero si recordamos la escuela de animación de la que proviene Kunkel, nos encontraremos con cuadros francamente cinemáticos; de hecho podríamos jurar que vemos cómo se mueven las imágenes, lo que nos demuestra la maestría de su creador.
Imaginación y talento se conjugan a la perfección a lo largo de la obra, haciéndonos sentir como niños de nuevo, pues cada vez que Herobear vuela podemos sentir el viento en la cara. Herobear and The Kid nos demuestra que por más pequeños que seamos, todos tenemos un destino, y que sin importar cuán solos nos sintamos, siempre hay alguien ahí, apoyándonos, y que cuando lo encontremos, quizás viviremos la aventura más grande de nuestra vida.