Por Santiago Fernández
A principio de los 80, en la misma década en que se le consideraría influencia seminal del cómic por su técnica fotorrealista, Neal Adams diría que en realidad no estaba haciendo nada nuevo y que su forma de hacer las cosas era la propia de un ilustrador profesional cualquiera. Más aun, en alguna entrevista de la misma década, Gil Kane reconocía que él y la gran mayoría de los dibujantes de la Edad de Plata en realidad eran pésimos dibujantes; que todos ellos gustaban de dibujar cómics pero que sabían que difícilmente podrían llegarle a los talones a los clásicos.
Estos artistas a los que se refería Kane son previos a Will Eisner (el primer autor en manejar las convenciones narrativas del cómic ya como un medio en forma) y a Jack Kirby (que dibujó el equivalente al Everest del cómic norteamericano) y se les considera la escuela clásica de dibujo norteamericana: Hal Foster, Alex Raymond y Burne Hogarth.
A diferencia de, por citar un ejemplo al azar, un Jim Lee de quien sus influencias pueden ser rastreadas linealmente hasta John Byrne (quién a su vez fue inspirado por Kirby, cuya principal ocupación y devoción siempre fue el cómic), los autores de los años 20 y 30 tenían ambiciones diferentes al medio de Tarzan o Flash Gordon: eran ilustradores profesionales y buscaban una carrera como tales (recordemos que en esas fechas ellos dibujaban lo que hoy la publicidad hace en montaje fotográfico y/o digital).
Esto implica que su educación no tenía referencias artísticas a los cómics; aún no había anatomías dinámicas, exageradas y cartoonescas; ellos dibujaban bajo la premisa de que todo buen trabajo tiene como base la naturaleza, haciendo de la referencia un hábito. Al tener conocimientos clásicos de anatomía, de perspectiva y color, bien pudieron dedicarse a la pintura y a las artes finas.
Foster
Antes de ser ilustrador comercial se dice que sufrió la fiebre del oro de inicios del siglo XX, pero cuando se asentó en Estados Unidos fue el primero en llevar al personaje de Tarzan a la tiras cómicas de los periódicos. Foster no sólo seguía la adaptación de las líneas argumentales de Burroughs (creador del Hombre Mono), sino que una vez estrenadas las películas del personaje, Foster fue quien dotó a Tarzan de un parecido a Johnny Weissmüller, ex-nadador profesional protagonista de las cintas y quien en ese momento era el prototipo de un cuerpo atléticamente perfecto.
Por su parte, en Prince Valiant, obra cumbre de Foster, se puede apreciar una extenuante y cuidadísima investigación iconográfica del medioevo (recordemos que en los 30 ésta dependía de asistir a la biblioteca y no de enchufarse a la web). Los castillos europeos, el Peñón de Gibraltar, las armaduras y atuendos de diferentes etnias y clases guerreras eran dibujados con un detalle que resultaba en viñetas veraces y preciosistas. Además, Foster regalaba en sus viñetas no sólo detalles geográficos y o arquitectónicos, sino que cada personaje que aparecía a cuadro, hasta el más incidental, siempre estaba haciendo algo: virtualmente no existían figuras humanas estáticas o sin detallar.
Raymond
Con Flash Gordon, Raymond comenzó bajo unos cánones de ilustración si bien clásicos, quizá un poco menos elaborados. No fue hasta mediados del segundo año de la tira, cuando Raymond comenzó a empaparse del clasicismo de Foster, lo que evolucionó su dibujo, de forma en que hizo de la figura humana un tótem de perfección.
Ciertamente Flash Gordon es una tira de ciencia ficción, pero no hace falta mucha destreza para percibir como Raymond usaba referencias no muy disimilares a las de Foster para crear a sus personajes y ciudades fantásticas de Mongo: desde el Coliseo y los carruajes de la antigua Roma, hasta los vikingos o los ladronzuelos medievales tipo Robin Hood. Después su estilo lo depuraría al máximo, con una pericia más enfocada a la narrativa, con la tira Rip Kirby.
Hogarth
Por su parte, Burne Hogarth empezó su carrera en el cómic bajo la misma premisa de ilustrador que Foster y Raymond (de hecho continuó con Tarzan justo cuando Foster comenzó a dibujar exclusivamente Prince Valiant) pero fue quien comenzó a innovar sobre sus cánones. Hogarth, de estricta educación académica, no sólo dibujaba con perfección estética la figura humana, sino que comenzó a aflojar un poco la representación épica y monumentalista y en su lugar infundió dinamismo a las figuras humanas. Así comenzó a abstraerse un poco de la representación ideal para clavarse en el gusto manierista por la técnica misma, atreviéndose a jugar con las perspectivas y generar escorzos que daban la sensación de movimiento. Gil Kane identificó a Burne Hogarth como la principal influencia del expresionismo de Kirby, y por tanto, del grueso del cómic norteamericano.
No es de extrañarse que Gil Kane no se sintiera a la altura de artistas clásicos como Raymond, Foster y Hogarth, dando una importante lección sobre la marcada diferencia entre los autores de educación clásica y aquellos resultantes de la mera influencia del cómic.
Aunque el principal mercado de la historieta, los superhéroes, ha derivado en una estética bastante identificable, la influencia de la escuela clásica tuvo un breve momento de gloria en los 50 con la editorial EC Comics, de la mano de dibujantes como Graham Engels, Al Williamson y Frank Frazetta.
Hoy en día esta escuela clásica ha quedado en las hábiles manos de Mark Shultz (Xenozoic Tales), quien ha quedado relativamente en solitario tras la muerte de Dave Stevens (The Rocketeer).
Nuestro colaborador
Director editorial de la desparecida revista Cenizas: Revista Narrativa/Gráfica, en 2004 fue ponente por parte de la Universidad del Valle Toluca en la International Comics and Arts Festival en Bethesda, EU, con un análisis de Valentina de Guido Crepax. Ha sido profesor de semiótica, hermenéutica y a veces de ilustración en las facultades de diseño gráfico de la UVT y la Universidad Autónoma del Estado de México; laborando en esta última como diseñador gráfico y actualmente como profesor de apreciación cinematográfica. The Beatles, Mafalda y François Schuiten le son valores universales.
12 febrero, 2024
Todos esos clásicos fueron grandes ilustradores cuando aún el comic no tenía su estética final basada en la narración y un dibujo menos detallado o menos hiperrealista como en manos de ellos. No obstante, casi por instinto su estética perduró en el tiempo aunque con menos detalles: la línea limpia a pluma, menos tramada, y el destaque del color plano. Foster, guiado por la idea de que tanto el dibujante como el colorista debían destacarse, procuró no recargar sus viñetas con exceso de líneas o de sombras (y aun cuando las hubiera, siempre había espacio para el color) para que el tono cromático “respirara”. En eso tuvo un gran acierto, aspecto que actualmente es muy descuidado en dibujantes cuyas viñetas presentan el inconveniente de que la línea y el sombreado en blanco y negro luchan con el color como tratando de ganar cada uno protagonismo. No, de ninguna manera. Es un error ahora con el color de las computadoras. Foster entrevió esa “lucha” y le evitó en todo momento.