Piensen en las historias que más marcaron su infancia. Dependiendo su edad probablemente se trate de El libro de la selva, Robin Hood o Toy Story. O quizá recuerden obras de origen japonés como Astroboy, Mazinger Z o Pokémon. Quizá sus circunstancias fueron diferentes a las mías y tuvieron padres que les leyeran historias como Oliver Twist o La isla del tesoro.
Sin importar su edad, lo más probable es que esa historia fue producida en otro país, en otra cultura y otra lengua, y fue gracias a la traducción – incluyendo el doblaje y el subtitulaje – que pudieron disfrutarla sin barreras lingüísticas.
Para bien o para mal, por innumerables razones históricas, hay países y culturas mucho más vigorosas que otras para producir y difundir sus creaciones, sus contenidos. Los que somos aficionados a las formas de arte más modernas y jóvenes (cine, animación, videojuegos y cómic) reconocemos que muchas de nuestras obras favoritas son producciones extranjeras, ya que muchas veces las obras nacionales no son suficientes para saciar nuestros hábitos de consumo, o incluso no satisfacen nuestro gusto personal. Esto mismo puede ocurrir, según cada quien, con el resto de las producciones del mundo hispano.
Por las razones y circunstancias que sean, es un hecho que vivimos en un mundo de traducciones, tanto ya hechas como por hacer. Algunos tenemos la fortuna de aprender otras lenguas, lo que nos abre la posibilidad de conocer otros mundos.
Para los que son bilingües, ¿cuántas cosas no se hubieran perdido de no saber otra lengua? Ahora piensen ¿cuántas cosas que han disfrutado no les gustaría compartir, cuántos no nos hemos topado con esa historia perfecta que le encantaría a esa persona, si tan solo estuviera en español?
También se da la situación inversa. Tenemos a mano una obra que nos emociona y queremos compartir con alguien más. Si han recomendado una novela o algo de literatura, lo más probable es que la reacción haya ido desde la aceptación hasta una disculpa como “no acostumbro leer mucho”.
¿Han intentado recomendar un cómic a quien no sea lector de historietas? Yo he experimentado cualquier tipo de rechazo tanto a la obra como al medio, argumentado que son historias para niños, que los superhéroes son infantiles, que no son historias serias, etcétera. Seguramente nada de esto sea nuevo para ustedes.
Por muchas razones, el cómic, historieta, tebeo, narrativa gráfica, arte secuencial o como quieran llamarle, no goza del mismo prestigio que otras formas de arte narrativo como el cine o la literatura, y aún son objeto de rechazo, prejuicio y desconocimiento generalizados.
Lamentablemente, parte de la culpa la tienen las traducciones. Especialmente, aunque no únicamente, las malas traducciones.
No es fácil motivar a otro a que dedique su tiempo a una lectura, a ver si le emociona como a nosotros, pero este propósito se vuelve imposible si el material tiene además dificultades para su lectura, y no sólo las faltas de ortografía.
Calcos de sintaxis extranjera son conocidos por irritar al lector. También la selección inadecuada de las palabras. Ya sean encomiables y hasta oportunas cadenas de sintagmas que dejen incólume, inmutable y, de ominosas, atónito al lector. Ya sean ps acá, wey, de esas ondas que como que sí le agarras pero ps no se lee muy chicles.
Son muchas, muchísimas cosas las que pueden salir mal en una traducción, pero he aquí la parte que muchos de ustedes olvidan o no han pensado: también son muchísimas cosas que se pueden hacer bien, incluso al grado de mejorar, enriquecer y expandir el original.
Sin embargo, no es fácil. Para empezar, no se contratan, por lo general, traductores profesionales para traducir cómics. Luego, no se les da toda la libertad creativa. No se procura conseguir del licenciante todos los medios necesarios para trabajar la obra integralmente (incluyendo onomatopeyas y demás paratextos*).
Afortunadamente, parte de la culpa la tienen los lectores. Digo afortunadamente porque es la parte que, a mi entender, es en la que influimos más directamente y la que menos resistencia debe ofrecer a un cambio.
Todos nosotros somos una parte del sistema que podemos llamar “cómic de licencia traducido para su venta física”: lectores, traductores, diseñadores, editores, impresores, distribuidores, vendedores, comunicadores, críticos, coleccionistas. Todos tenemos una porción de la responsabilidad de que esta industria exista y subsista. ¿Quieren influir en cómo se desempeña esta industria? Aquí van unos puntos por dónde empezar:
-Sean críticos con las malas traducciones. No se queden con el simplismo de “bah, apesta, siempre es mejor leer el original”. Si una frase suena mal o es incoherente, si una palabra está mal usada. Esto les dará herramientas con qué exigir mejores trabajos.
-Sean críticos con las buenas traducciones. Si una lectura o partes de ella se les hacen disfrutables, reconozcan por qué. ¿El personaje rudo sonó muy rudo, o inteligente, gracioso, sarcástico, misterioso? Noten cuando la interacción entre imágenes y texto les da una sensación más allá que los elementos por sí solos.
-Lean todo lo que puedan. Experimenten lecturas que les parezcan extravagantes, que rompan con sus expectativas. Si eres fan de las historias de acción, busca algo costumbrista. Complementa tu amor por la ciencia ficción con algo adolescente. Contrasta esa historia de romance con algo cínicamente violento o gore.
-Opinen, y esfuércense por hacerlo informadamente. Aprovechen los medios a su alcance para enterar al equipo editorial de lo que están haciendo bien y mal. El que haya una industria del cómic de licencia no implica que con ella mágicamente haya nacido el conocimiento de cómo debe hacerse la traducción. La decisión de participar o no en la creación de este conocimiento queda en ustedes.
*Señalamientos, carteles, graffitis, epígrafes, artículos periodísticos, etcétera, que especifican el lugar, tiempo y circunstancias de los eventos que ocurren en el cómic o expanden la historia.