Comicteca: 30 Days of Night, de Niles y Templesmith

Por Alberto Calvo

 

Los vampiros han sido parte importante de la cultura pop durante décadas, y su popularidad suele pasar por altibajos muy marcados. Por lo regular lo único que se necesita es que alguien tenga una idea fresca u original, o encuentre una forma diferente de contar sus historias para provocar que se vuelvan a poner de moda. Y algo así fue lo que pasó en 2002 cuando Steve Niles y Ben Templesmith lanzaron 30 Days of Night.

 

La premisa es bastante simple, y en buena medida a eso se debe su éxito, pues se trata de un concepto tan fácil de entender que con sólo escucharlo uno empieza a imaginar las posibilidades de la historia. Barrow es un pequeño poblado al norte de Alaska que durante el invierno es abandonado por buena parte de su población durante varias semanas, pues llega el punto en que el sol se pone y no vuelve a aparecer en el cielo por aproximadamente un mes, lo que crea el ominoso efecto de una aparente noche que dura 30 días, situación que da título a la historia.

¿Que haría una horda de vampiros al encontrarse en un lugar así? Los vampiros invaden el pueblo y realizan una matanza, pero algunos pobladores, incluido Eben Olemaun, el sheriff del pueblo, aprovechan que el frío extremo afecta los sentidos de los vampiros y logran esconderse, pero la situación pronto se convierte en un juego de gato y ratón porque todos saben que los vampiros no pueden permitirse dejar que nadie sobreviva y si empiezan a buscar seguro los encontrarán.

 

Se darán cuenta de que es la clase de premisa que al escucharla hace que muchos escritores se pregunten cómo es que a nadie se le había ocurrido antes. El cómic original fue una miniserie de tres números, formato un tanto inusual pero que en este caso funciona muy bien, pues se trata de la clase de concepto cuya efectividad se diluye si la historia se alarga de forma innecesaria, un riesgo que era real si tomamos en cuenta que era uno de los primeros trabajos en forma de sus creadores.

Steve Niles tenía ya algún tiempo trabajando en la industria del cómic, pues desde inicios de los noventa editaba y escribía para varias compañías independientes, aunque nada de su trabajo resulta memorable. Lo más conocido de su obra hasta entonces eran algunas colaboraciones para Todd McFarlane Productions en series como Spawn: The Dark Ages y Hellspawn, donde colaboró con Ashley Wood. Este artista publicó en 2001 un libro de arte con IDW, una empresa nueva con deseos de empezar a producir cómics, y fue él quien sugirió a su publisher, Ted Adams, contactar a Niles en busca de propuestas para trabajar.

Adams le explicó que no tenían dinero para pagar ningún adelanto, pero tenían los recursos para imprimir y distribuir cómics, algo que en verdad querían hacer. Niles le envió algunas de las propuestas que no había logrado vender a lo largo de los años, incluyendo una historia de vampiros en Alaska que originalmente visualizó como un guion de cine que había ofrecido a varios productores, pero ninguno se interesó, y ésa fue justo la historia que llamó la atención de Adams. El proyecto le gustó también a Ben Templesmith, artista que empezaba a hacerse de un nombre gracias a sus portadas y pinups para varias editoriales, y ambos aceptaron hacer el primer número sin paga.

 

Las órdenes iniciales fueron bajas y el cómic tardó en empezar a vender, pero de inmediato despertó el interés de varios estudios de Hollywood y casas productoras, y pronto hubo una puja para adquirir los derechos. Eso se tradujo en publicidad gratuita y el cómic estalló en popularidad, aun a pesar de que la película no apareció hasta 2007.

 

El éxito alcanzado por esa primera miniserie generó una gran cantidad de secuelas, casi todas publicadas en el formato de miniserie, y a la fecha se mantiene como una propiedad bastante rentable para IDW, e incluso ya fue “reimaginada” en 2017 en una nueva miniserie realizada por el propio Niles con otros artistas y con portadas de Templesmith.

La miniserie original suele generar reacciones encontradas. Para algunos lectores es una genialidad, y para otros es un cómic mediocre que debe todo su éxito a la promoción generada gracias a la película que, curiosamente, atrae la misma clase de reacciones opuestas. En realidad me parece que está en algún punto intermedio. Es un cómic bueno, a secas, que logra sacar provecho de una poderosa idea en una historia sencilla pero con mucho punch, a la que quizás le habría venido bien un mayor desarrollo de personajes, pero que tiene a su favor el intrigante, distintivo y oscuro arte de Templesmith, que resulta ideal para ilustrar historias de horror.

 

A nivel historia creo que varias de las secuelas son muy superiores, y recomiendo en especial 30 Days of Night: Return to Barrow, miniserie que es secuela directa de la historia original y recibió nominaciones a los premios Eisner 2005 como mejor serie limitada, mejor escritor y mejor pintor o artista multimedia. Entre los artistas y escritores que han colaborado en historias posteriores de la saga destacan Matt Fraction, Kelly Sue DeConnick, Joe R. Lansdale, Bill Sienkiewicz y Sam Kieth.

Como detalle curioso, en 2010 apareció una miniserie en que la franquicia hizo crossover con The X-Files, la cual fue coescrita por Niles y Adam Jones, guitarrista de la banda de rock Tool, y contó con arte de Tom Mandrake.

En resumen, 30 Days of Night no es un cómic para todos los gustos, pero si les gustan las historias de vampiros oscuras y violentas, o son aficionados al horror en cómics, es una serie a la que vale la pena echar un vistazo, sobre todo por el arte.

Author: Alberto Calvo

Alberto Calvo es escritor, traductor, editor y podcastero con casi 40 años leyendo cómics. Siempre ha sentido curiosidad sobre dónde y cómo se crean los cómics, pero para él lo más importante son las historias. Traduce cómics para Panini Comics México, tuitea como @albion2112, y puedes escucharlo cada semana en comicverso.org o leerlo de forma habitual en hogueradelasnecedades.blogspot.com

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