Por Miguel Ángel Hernández

Una de mis piezas favoritas en el librero es El Pote, un bohemio ya sin fe (2011), de José Quintero, título publicado por Mono Barroco Comix. Se trata de una recopilación de las tiras de este personaje a su paso por diversas publicaciones (El Gallito Comix, Sensacional de chilangos, Smog, etcétera). Pero… ¿quién es El Pote? Se trata de un personaje muy complejo: un chimpance monero un día nos regala diatribas, al otro filípicas, y al siguiente es poético pero al mismo tiempo irónico, para luego ser simplemente divertido, pero siempre haciendo que el lector reflexiones sobre su realidad. Sus diálogos tan naturales, junto con sus expresiones y los lugares por donde camina son tan cercanos que es como si el espectador hubiese vivido sus experiencias. Y sí, de alguna manera todos lo hemos hecho.

Les cuento una anécdota sobre este personaje y el choque cultural que representó para mí. Quien esto escribe es del puerto de Veracruz, y por allá del año 2000 fui integrante de Estudio Utopía. En ese entonces nos enteramos de que El Taller del Perro, en coedición con el Gobierno de la Ciudad de México, había publicado un cómic titulado Sensacional de Chilangos, un tomo gratuito que solo se conseguía en eventos y espacios culturales de la metrópoli.

Semanas antes, como parte de un evento sobre comics en Veracruz, invitamos a José Quintero, quien tras su visita nos dejó varios ejemplares del material que publicaba El Taller del Perro, con el fin de que lo pusiéramos a la venta. Poco después, aprovechando un viaje al entonces Distrito Federal, me dirigí a la colonia Portales, donde se ubicaba el famoso el taller del coletivo, para entregarle a Quintero el dinero de las ventas. En el camino, al tomar la línea azul del metro, me di cuenta de que quienes no iban serios, lucían enojados, incluso algunos eran agresivos. Todos, sin excepción, llevaban prisa. El murmullo de la gente, los pasos acelerados y los gritos de los vendedores me hicieron notar el contraste con mi ciudad, donde en menos de una hora puedes llegar a cualquier lado, donde quien no va serio se va riendo, y donde los gritos son más bien de quien molesta al vecino con el castre jarocho, en un ambiente más relajado.

Finalmente llegué al taller, donde me recibió Edgar Clement, pues Quintero estaba al teléfono y en ese momento partía Ricardo Peláez. Le comenté a Clement el motivo de mi visita y le compartí mi interés en adquirir unas copias (propias y por encargo) de Operación Bolívar. Cordial, me dibujó un sketch muy padre y me obsequió unos ejemplares del excelente Sensacional de Chilangos.

Al tomar el metro de camino a la casa de mis familiares me puse uno de los ejemplares y llegué a la historia de El Pote, la misma que después Quintero recopliaría en el tomo que hoy nos atañe, y todas mis dudas sobre el comportamiento de los chilangos quedaron resueltas. Ahí estaban las respuestas, muy claras, no cabía duda. Ese choque entre una ciudad y otra, entre sus habitantes, junto con la riqueza que Quintero le da a sus personajes, incluso a los secundarios, es lo que hace exquisito su trabajo y una razón para rastrear esta edición.