Por Miguel Ángel Cortés
Una chulada por su simpleza, su desparpajo y buen humor, Cowa! de Akira Toriyama destila buena vibra y aunque puede que no nos cure de un virus mortal sí que aliviana un rato la vida. Se trata de una lectura corta y para nada exigente, que nos jala de vuelta a la capacidad de sorpresa y la amabilidad, facultades propias de un buen corazón.
En 1995 Toriyama dio fin a la historia de Dragon Ball, iniciada en 1984, la cual lo dejó agotado y con cierto hastío del fenómeno en que se había convertido su obra. No es que la odiase, pero ciertamente fue un alivio dar por terminado el asunto. O al menos, eso es lo que pretendía en su momento. El maestro se tomó unos merecidos años de descanso, pues además padecía una serie de dolores que no le permitían dibujar con soltura. En 1997, ayudado por su editor, Akira Toriyama volvió al ruedo. La obra de la que les hablo en esta ocasión fue precisamente con la que volvió de ese retiro sabático.
Narrada en 14 capítulos publicados originalmente en la revista Shukan Shonen Jump y compilados a posteriori en un tomo único, fue el momento en el que Cowa! apareció lo que le hace tan especial. Sencilla y simple en trazo y argumento, es de alguna manera el postre tras una comilona, y al mismo tiempo, una vuelta a la raíz, pues unos años antes de Dragon Ball, un joven Toriyama renunció a su trabajo formal para dedicarse por completo a la vida de mangaka, y la primera obra que le otorgó fama no fue la de las aventuras del niño con cola de mono, sino Dr. Slump, aquella historia en la que conocimos a la extrovertida y súper animada niña robot de nombre Arale, así como al doctor Senbei Norimaki y los habitantes de Villa Pingüino, y de cuyo espíritu Cowa! es heredera.
Aquí conoceremos una colorida gama de personajes, comenzando por Paifu, un niño híbrido de vampiro y hombre koala; su amigo fantasma, José Rodriguez; el malhumorado y misterioso señor Mako Maruyama, y al resto de los habitantes de Cabo Murciélago, una tropa de monstruos y humanos extravagantemente cordiales y alegres. En Cabo Murciélago, humanos y criaturas conviven sin muchas complicaciones. Los primeros salen durante el día y los otros por las noches; es así como Paifu y José Rodriguez van a la escuela por la tardenoche y dedican el resto de las horas sin sol para jugar y hacer travesuras.
Sin embargo, en esa pequeña villa el ser más temido es un hombre, un tipo misterioso que, se dice, es un asesino. Y a nuestro pequeño vampiro se le hace fácil retar a su amigo a picarle la nariz a este hombre mientras duerme. Esa es solo una de las ocurrencias que puede tener Paifu.
Hasta ahí todo bien. La historia despega cuando nos enteramos que hay una gripe que se está propagando rápidamente en la aldea, con la peculiaridad de que solo afecta a los monstruos. El doctor de Cabo Murciélago pronto confirma una verdad alarmante, pues se trata de una variante que puede resultar fatal para el contagiado si no se toma el medicamento correspondiente antes de treinta días. Así, la responsabilidad de conseguir la cura, que se encuentra en la casa de una bruja, encima de una montaña a mil 200 kilómetros de distancia, recae en Paifu y sus amigos. Y el único adulto que puede ayudarles es el temido Maruyama, a quien Paifu convence por medio de una treta.
Así comienza una especie de road trip en el que la amistad, el sentido de la maravilla, la valentía, la responsabilidad y el no juzgar a otros por su apariencia física ni para bien ni para mal serán algunos de los temas que el autor introduce sutilmente, a la par que nos regala momentos hilarantes y quizá hasta bobos, con esa cruda sensatez de los niños extrovertidos y distraídos como el mismo Son Goku en sus primeras apariciones.
En ocasiones un autor puede quedar catalogado en un tipo de historias o en un estilo de dibujo. Por eso, alguien que solo sepa de Toriyama por Dragon Ball podría desconocerle por una obra donde hay chistes de pedos, peleas no tan intensas y algunos enemigos que se pueden vencer simplemente silbando. Pero el romper con la seriedad, la irreverencia e incluso hacer parodia de otros o de sí mismo es algo intrínseco del autor, quien siempre ha tenido un humor trasgresor pero inofensivo. Por otra parte, reitero que el dibujo es sencillo, redondeado, muy amigable a la vista y sin embargo, en los momentos de acción, es reconocible el trazo y algunos gestos característicos de Toriyama.
Panini ha publicado ya la obra entera de Dragon Ball en 42 tomos, ya ahora la reedita en un formato idéntico a como se editó en Japón; publica también Dragon Ball Super y recién anunció que traerá otras obras del autor: siendo Cowa! y Kajika las primera dos en aparecer. Así que, sean o no conocedores de la obra máxima de Toriyama, la invitación está lista para conocer otras aristas de un creador que, aunque no lo pareciera, tiene un abanico más extenso de historias. Toriyama es, me atrevo a decir, el segundo hombre más importante en la historia del manga y el anime, tan solo detrás de Osamu Tesuka.
Así que, en estos tiempos en los que una gripe mortal nos ha alcanzado, creo que podemos poner nuestras esperanzas en un niño vampiro, para que nos salve por un ratito al menos.