Por Joel Cuéllar
Aunque hoy en día Fantomas no es tan popular, llegó a ser uno de los personajes más influyentes del siglo XX. Sus apariciones originales en las novelas de los franceses Marcel Allain y Pierre Souvestre, publicadas entre 1911 y 1913 fueron seguidas de inmediato por versiones cinematográficas del personaje, que a lo largo del siglo pasado fue reimaginado por otros autores en historietas, teatro y televisión, además de inspirar a otros personajes con el paso de los años.
El Fantomas original es un genio criminal parisino cuya verdadera identidad permanece en el misterio, y quien no duda en utilizar métodos como la tortura o el asesinato para conseguir sus metas. Sus planes, teatrales y barrocos, son un precedente de los elaborados por los supervillanos del cómic que le seguirían décadas más tarde.
¿Cómo fue que un personaje tan despiadado se volvió tan popular? Cabe mencionar que la mayoría de las versiones subsecuentes del personaje no buscaron emular la idea original, sino que se inclinaron por añadir, eliminar o modificar diferentes elementos del Fantomas primigenio, adaptando al personaje de acuerdo al momento histórico y clima sociopolítico del autor responsable en turno.
Tal es el caso de México, donde alrededor de 1968 Guillermo Mendizábal dotó a Fantomas con algunas características similares a las de Robin Hood. El Fantomas de Mendizábal permaneció en París, pero ahora contaba con todo un séquito compuesto por el profesor Semo (que de manera similar a Q en las películas de James Bond, dotaba a Fantomas de toda clase de tecnología útil para sus planes); el robot C-19, y un harem de doce bellas asistentes, nombradas según los signos del zodiaco.
El diseño de esta nueva versión estuvo a cargo de Rubén Lara, quien se vio influido por la estética y tono de la trilogía cinematográfica iniciada cuatro años antes por André Hunebelle, en la que los métodos sanguinarios del Fantomas original se vieron moderados.
Mendizábal presentó su propuesta al sello Novaro, donde tuvo una gran recepción por parte de los lectores. Aquí nos encontramos con una práctica que plagó a la industria de la historieta durante el siglo pasado: la editorial compraba los argumentos y el arte junto con la correspondiente propiedad intelectual, por lo que los autores rescindían sus regalías, que con un tiraje de cientos de miles de ejemplares por número les habrían representado un ingreso mucho mayor de lo que la empresa les pagaba. Ante esta situación, con el tiempo Mendizábal y Lara optaron por abandonar a su creación.
Por su parte, Alfredo Cardona Peña, director de la sección editorial de Novaro a cargo de Fantomas, se dio a la tarea de encontrar a los guionistas suplentes, y los encontró en el bar Salón Palacio, gracias a la Liga de Escritores y Artistas Borrachos (LEAB), que él presidía. Tres autores aceptaron trabajar en el título, pero tras un año quedaba solo uno de ellos en el cargo: Mario Trejo González, mejor conocido como Gonzalo Martré. Con el paso del tiempo se convirtió en un escritor consagrado, sátiro irreverente, crítico y campeón de la ciencia ficción nacional, y su trabajo con Fantomas a lo largo de ocho años dejó una profunda huella.
El Fantomas de Martré se afianzó en el gusto del público, pues se robustecieron sus cualidades como un bandido con ética, lejano del asesino de principios de siglo. La historieta fue salpicada con referencias literarias, por lo que Fantomas se codeaba con personajes del arte y la cultura como Sartre o Fellini. Cabe mencionar que para este punto parecía cerrarse un ciclo, pues mientras que el personaje original, producto de la cultura popular, había influido a artistas como René Magritte, Robert Desnos y Juan Gris, la versión mexicana acercó la alta cultura a las masas. Entre las personalidades que frecuentaba el Fantomas de Martré estaba Julio Cortázar, quien figuró como personaje en una historia de 1975 llamada La inteligencia en llamas (cuyo título hacía referencia al poema Muerte sin fin, de José Gorostiza), en la que una secta de fanáticos pone en peligro a la cultura mundial al quemar libros y amenazar a sus autores.
En esos tiempos Cortázar estaba exiliado en París, era un opositor de la situación política en su natal Argentina y estaba involucrado con diversos movimientos sociales en América Latina. Luis Guillermo Piazza, connacional suyo y director de otra de las secciones de Novaro, le hizo llegar a Cortázar una copia de La inteligencia en llamas, a quien la yuxtaposición de los elementos de la historia llamó poderosamente la atención.
Cortázar estaba involucrado en el segundo Tribunal Russell-Sartre, un órgano independiente de opinión internacional que se reunía con el fin de emitir la postura de la comunidad intelectual acerca de diversos crímenes de guerra y violaciones a los derechos humanos. Aparecer junto a Fantomas inspiró a Cortázar para dar a conocer al público en general sus reflexiones, por lo que a través de Piazza se comunicó con Julio Scherer, entonces director del periódico Excélsior, con quien se acordó la publicación del folletín Fantomas contra los vampiros multinacionales, que contó con las ilustraciones que el dibujante Víctor Cruz realizó La inteligencia en llamas.
Tras la salida de Martré como argumentista de Fantomas, el título se siguió publicando, siendo por mucho la versión más popular y longeva del personaje. Sin embargo, el escritor ya había dejado su huella en La Amenaza Elegante y esta había hecho lo mismo con él.
Ya entrado el nuevo siglo, Carlos Gómez Carro, estudioso del Fantomas de Cortázar, le propuso a Martré resucitar al emblemático personaje, idea que pareció revivir una chispa de ingenio en el autor, que ya contaba con más de ochenta años de edad.
Fruto de esta idea fue la novela El regreso de Fantomas. La amenaza elegante (2013), donde se pudo leer entre líneas el paralelismo entre Martré y el personaje, convertido en un Fantomas de avanzada edad pero no por ello menos intrépido y fuerte. En la novela, Fantomas regresa, no a París, sino a Messico, versión alterna de nuestro país, donde se enfrenta con toda clase de truhanes de la clase política (toda similitud con la clase política nacional es pura coincidencia). La experiencia y recepción de esta obra seguramente dejó un buen sabor de boca en Martré, quien cinco años después decidió publicar una novela más.
La justicia de Fantomas (2018) se delata con su título alternativo, Un clon llamado Fantomas. En esta obra el Fantomas original ha muerto por causas naturales, no sin preparar su “regreso” por medio de un clon que retome sus andanzas. Con mucho más contenido e ilustraciones que la entrega anterior, esta novela semigráfica ubica al nuevo Fantomas en México, donde enfrenta a la oligarquía local y apoya a los luchadores sociales. Aunque podría parecer que Martré se despide del personaje, el novelista no planteó el final de sus aventuras, sino que abrió nuevas posibilidades para que alguien las retome, permitiendo así la evolución del personaje, uno que lleva vivo más de un siglo.