Las Historias Negras de Alfonso Font

Por Miguel Ángel Hernández

Siempre he creído que Alfonso Font es uno de los grandes maestros del cómic mundial. Tal vez lo que más me gusta de su trabajo es su facilidad para contar historias cortas, a las que dota de algo muy especial. En el caso específico de este tomo compilatorio de historias, publicadas originalmente en las revistas Creepy y CIMOC, es posible encontrar excelentes muestras de la altísima calidad que maneja en toda su obra, cargada de ironía, humor negro y, en más de un caso, con desenlaces realmente escabrosos, deprimentes e impactantes.

Font va de una época a otra y nada se le dificulta. Su documentación para Historias Negras (1990), tanto en lo narrativo como lo gráfico, se adivina impresionante, ya que algunas de las historias presentadas en el volumen se basaron tanto en hechos reales como en cuentos europeos, notas de periódico, y anécdotas de guerra. El nivel de detalle en cada página es de muy buen gusto, además de que siempre son disfrutables sus clásicos antihéroes malaleche y caraduras, así como sus mujeres increíblemente hermosas, de enormes y expresivos ojos.

La edición de Planeta, en pasta dura, es una verdadera chulada, pues se le dio un repaso al color con respecto a ediciones pasadas. La paleta es muy sobria, pero complementa de forma estupenda al arte, dando como resultado viñetas que parecen escenas sacadas de una película.

Entonces uno descubre que artistas como Olivier Coipel o Sean Gordon Murphy le deben mucho al maestro Font, pues en el arte de ambos se nota toda la influencia de sus escenarios detallados, su trazo tan natural y suelto, así como su manera de narrar.

El tomo regala además varias páginas de la obra de Font, a manera de catálogo, con piezas de Taxi, Rohner, y Barcelona al alba, entre otras, así como varios bocetos e ilustraciones. La edición incluye también algunas historias cortas en blanco y negro, así como textos dedicados al maestro y escritos por Ervin Rustemagic, Sergio Bleda, Klaus Janson, Martin Lodewijk y Manuel G. Quintana.

Una JOYA de libro.