Por Miguel Ángel Hernández
Hoy recordamos una historia fabulosa y condenadamente bien escrita por Carlos Trillo e ilustrada de manera magistral por el genio del contraste Eduardo Risso. Boy Vampiro, también conocida como Vampire Boy o Yo, vampiro, dependiendo la edición, trata del hijo de Keops, un niño sin nombre que es convertido en vampiro junto con la sacerdotisa Ahmasi.
A través de los años ambos se encuentran numerosas veces, enfrentándose uno al otro debido al odio que se tienen (además de que ella desea ser la única inmortal del mundo). Este cómic nos llevó a ser testigos de su batalla definitiva, situada en tiempos actuales.
Lo mejor de la historia es que se aleja de los clichés vampíricos, pues aunque aquí también pueden succionar la sangre de sus víctimas, no tienen la necesidad imperiosa de matar. Por otro lado, el sol los regenera en vez de destruirlos, además que por alguna razón su origen egipcio les brinda mayor fuerza. Los protagonistas están muy bien diseñados, y aunque la estructura de la historia se centra en su enfrentamiento, la trama es muy dinámica, con diálogos precisos que narran todo lo que les sucede sin necesidad de recurrir a la voz en off o a recuadros de pensamiento.
El dibujo de Risso es excelente. Ya sabemos que es un maestro en el arte del claroscuro, pero los detalles de sus escenarios, su narrativa, sus perspectivas, todo, es muy cinematográfico.
Una advertencia para quienes se aventuren a rastrearlo y leerlo: la trama deja un cabo suelto, pues jamás se explica por qué Amhasi y el hijo del faraón fueron transformados en vampiros. Puede que en realidad sea irrelevante, ya que la columna vertebral de la historia, como mencioné antes, es el odio mutuo.
Una pieza por demás recomendable.