Por Ruben Martínez con Alberto Calvo
Hace 75 años terminó la Segunda Guerra Mundial, escenario de uno de los sucesos más grotescos que la humanidad pudo presenciar. Nos referimos al Holocausto, donde aproximadamente once millones de personas perdieron la vida y del que un puñado de sobrevivientes contaron su historia al mundo. Vladek Spiegelman fue uno de esos supervivientes, y gracias al trabajo de su hijo, Art Spiegelman en Maus, sabemos por lo que tuvo que pasar.
Aunque el padre de Art es presentado como el típico estereotipo del judío tacaño, podemos olvidarlo por completo, ya que los personajes de esta obra se reducen a su esencia como seres humanos, lo que resulta curioso, pues la presencia de humanos en sus páginas es casi nula porque Spiegelman retrata a los judíos como ratones, los nazis son gatos, los polacos cerdos, los franceses ranas, los suecos ciervos, y los estadounidenses perros, lo que da a entender que no importa la identidad nacional, de etnia o racial que tengas, todos somos iguales.
El resultado es una especie de fábula épica donde encontramos una historia personal que tuvo lugar en el mundo real, una historia capaz de hacerte llorar o por lo menos empatizar con la persona, ya sea padre o hijo, gracias a la posibilidad de ver sus vidas a un nivel humano. El mundo que los rodea tiene el mismo matiz que el del cómic, presentado en blanco y negro pero acompañado de grises, e ilustrado con dibujos plasmados con un trazo sencillo, nervioso, entrañable y contenido.
Por fortuna no todo en la vida es negro, y a lo largo de la obra encontramos dos elementos siempre presentes: el amor y la humanidad. La historia de cómo Vladek y su esposa logran sobrevivir a su difícil situación está llena de momentos de suerte increíble, y al tiempo que la conocemos, descubrimos también el extraño amor que hay entre Vladek y su hijo, así como la relación que el mayor de los Spiegelman tiene con las demás personas.
La esencia humana es palpable en esta historia, donde lo importante es estar dispuesto a ayudar a otros incluso cuando parece el fin del mundo, lo que sirve además como recordatorio de que, sin importar la adversidad, la parte humana saldrá victoriosa, sobre todo cuando los involucrados tienen fe y esperanza, así como la voluntad para seguir adelante.
Retomando el dibujo, Spiegelman logra plasmar a la perfección la información recabada en planos, mapas, fotos y detalles de la época. Sus sencillos trazos retratan las expresiones negativas de los personajes y transmiten sus emociones al lector. Tiene además el mérito de no atiborrar las páginas y viñetas con demasiado texto o información, y se siente caso como si estuvieras sentado con el señor Spiegelman escuchando su historia de la forma única como la cuenta, ya que no hablaba muy bien el inglés.
Al apreciar con calma esta obra que, por cierto, es el único comic que ha ganado un premio Pulitzer, nos damos cuenta de que la realidad puede ser más impactante que la ficción. Es lamentable que los sucesos que narra parezcan ir quedando en el olvido y las matanzas se repitan pese a que esto no debería volver a pasar. Vladek Spiegelman murió en 1982, antes que el cómic fuese completado, pero su historia permanece con nosotros.
Maus es una desgarradora historia sobre lo que la humanidad es capaz de hacer, y pese a que nos pone a pensar, al final nos deja una sensación de esperanza y humanidad, plasmada con trazo sencillos, casi como una fábula infantil acerca de un ratón que sobrevivió a los gatos y pudo vivir el resto de sus días gracias al amor, la esperanza y la fe pero sobre todo gracias a su propia humanidad.
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