Por Alberto Calvo
Una de las historias más amadas y populares de todos los tiempos es Blanca Nieves y los Siete Enanos, y constantemente nos encontramos con nuevas versiones, aún si no siempre retratan de la mejor manera los temas de erotismo, pedofilia, incesto, necrofilia y vampirismo de la original. ¿Qué? ¿Cómo que Blanca Nieves no trata de ninguna de esas cosas?
Pues al menos en Snow, Glass, Apples, esos son los temas centrales de la historia. El cuento de Neil Gaiman fue publicado en 1994 en una edición especial a beneficio del Comic Book Legal Defense Fund y en 1998 fue reimpreso en la colección de cuentos Smoke and Mirrors y más adelante en la antología de vampiros Love in Vein II (2005), editada por Poppy Z. Brite.
Se trata de un recuento de la historia de hadas popularizada en el siglo XIX por los hermanos Grimm, con la particularidad de que está narrada por la madrastra de Blanca Nieves, que por tradición es representada como la villana de la historia, una malvada y egoísta bruja. Aquí se trata de una joven reina que hace cuanto está en su poder por salvar a su reino de su monstruosa hijastra y su literal sed de sangre.
A inicios del año pasado, Dark Horse Comics anunció que como parte de su reciente línea de novelas gráficas que adaptan historias en prosa de Gaiman, Colleen Doran (A Distant Soil, Wonder Woman, Orbiter) sería la encargada de convertir Snow Glass, Apples en narrativa gráfica y, en efecto, la preciosa edición fue publicada el verano pasado. De inmediato se hizo acreedora a toda clase de elogios y alabanzas, y merecidamente.
La narración en primera persona cuenta la historia de una joven reina que es seducida por el monarca de un reino vecino y poco después deciden unir sus reinos. El rey tiene una hija de su matrimonio anterior, pero la joven princesa es elusiva y misteriosa. Rara vez se le ve fuera del palacio, y por lo regular sólo de noche. Después de la boda, el rey empieza a debilitarse, como si estuviera enfermo (¿anemia, quizás?) y poco después muere, dejando el reino en manos de su joven viuda.
La reina desconfía de la princesa pues siente que oculta un secreto antinatural, y tiene razón. Luego de un breve encuentro nocturno que le cuesta un poco de sangre, toma medidas para protegerse con magia y empieza a pensar en la forma de proteger a su reino del monstruo que secretamente vive al interior del palacio, sin importar que ello implique llenarse las manos de sangre.
Para su mala fortuna, todos sus planes y artilugios para tratar de proteger a su pueblo resultan insuficientes, y más aún luego de la visita a la región de un joven príncipe con apetitos sexuales un tanto… inusuales, quien se convertirá en aliado y prometido del pequeño monstruo, y ayudará a que la historia llegue a una conclusión muy forma similar a la que todos conocemos, pero donde el “felices para siempre” puede no significar lo que todos creíamos…
En su introducción para el cuento en Smoke and Mirrors, Gaiman menciona que siempre ha pensado en este relato como una especie de virus, pues una vez que la has leído, tu visión de la versión tradicional cambia para siempre, y estoy de acuerdo. Recuerdo que una amiga, después de que se lo presté para leerlo, se dedicaba a pintarle colmillos a cuanta imagen de la Blanca Nieves de Disney podía encontrar.
La adaptación de Colleen Doran es extraordinaria. He escuchado decir que tiene un estilo inspirado en manga, pero ése no es el caso. Colleen es una estudiosa del arte y siempre que puede incorpora elementos estilísticos de artistas clásicos en su trabajo, y en esta ocasión el artista cuya influencia alimenta las preciosas ilustraciones de Doran es Harry Clarke, pintor irlandés del primer cuarto del siglo XX, famoso por sus vitrales e ilustraciones de libros, reminiscentes del Art Noveau.
Además de alterar su estilo, la artista decidió olvidarse de la composición estándar de una página de cómic, y en vez de dividirlas en paneles, optó por dejar que las imágenes fluyesen libremente una sobre otra, a veces encimándose o sólo como parte de una ilustración compuesta, lo que complementa a la perfección la narración en primera persona, presentada en cajas de texto que flotan entre el arte con textos tomados del cuento de Gaiman.
¿Qué tanto cambia el tono del clásico relato de Blanca Nieves en esta versión? Bastante. Desde la primera página se habla de que la princesa es culpable de que su madre falleciera al dar a luz, y las primeras páginas parecen una reconstrucción del relato con una perspectiva similar a la que vemos en Game of Thrones: manipulaciones políticas, sexo y conspiraciones. Pero conforme la historia avanza, se vuelve más oscura y poco a poco adopta tintes de horror.
El cuento de Gaiman tiene la virtud de desafiar las expectativas del lector al subvertir los elementos convencionales del género y hallar nueva vida en una historia de sobra conocida. Que lo haga respetando elementos clásicos de la versión tradicional (la piel blanca de su protagonista, el énfasis en sacarle el corazón, o la fascinación del príncipe por la princesa muerta que encuentra en el bosque) hace su trabajo aún más impactante.
Así que si la adaptación a cómic ayuda a que la historia llegue a un público más amplio, mejor. Durante su realización Doran trabajó con el texto original, pero estuvo en contacto con Gaiman para hacer consultas sobre detalles y trasfondo, así que se puede decir que fue un trabajo colaborativo pese a la aparente poca participación de Gaiman. La adaptación ha sido nominada a varios premios, incluyendo el Hugo, y recientemente ganó el Bram Stoker, entregado por la Asociación de Escritores de Horror.
Si les gusta la fantasía, pero creen que algunas historias de su infancia se han vuelto obsoletas, o simplemente si están buscando un cómic diferente en tono e imagen a lo que encuentran semana a semana en los estantes de tiendas, Snow, Glass, Apples es una experiencia de lectura que no se pueden perder.