Por Miguel Ángel Cortés
Publicado en 2012 por Vertigo, subselllo de DC Comics, Get Jiro! es un título coescrito por Anthony Bourdain y Joel Rose. El primero fue un famoso chef; el segundo es un reconocido escritor y periodista, ambos norteamericanos. En los lápices se encuentra Langdon Foss y en el color José Villarrubia. Nombres nada despreciables, en especial si hablamos de un cómic en el que la comida es uno de los elementos principales.
Esta mancuerna de lápices trabajó con detalle el apartado visual del tomo, y en sus momentos más crudos y caóticos muestra la acción de manera intensa, colorida y bien mezclada. La combinación de estos cuatro nombres es igual que poner jitomate, cebolla, ajo y sal en un guiso: una garantía de sabor. Esta obra llegó a territorio nacional vía SMASH en abril de 2018 y, cosas de la vida, dos meses después Michael Bourdain dejó voluntariamente este mundo.
Bourdain ya había escrito y descrito el mundo de la cocina. Se aventó varios libros sobre lo que describió como años de “sexo, drogas y alta cocina”. Hizo novela negra. Recetarios. Y en la tele (donde más fama obtuvo) relató qué y cómo se come en otros lares. Pero en el cómic vino a soltar un mensaje en código crudo e incluso algo bilioso sobre lo que para él era y representaba la cocina y la comida. Sacar frustraciones y dejar claras sus convicciones. Los sazonó con sangre, humor negro y terminó cocción en fuego rápido, vertiginoso. Te terminas el plato y quieres más.
Ciudad de Los Ángeles. Futuro distópico no muy alejado del caótico presente. Todo en la ciudad gira en torno a la comida, tanto que el poder total sobre la ciudad y sus asuntos se encuentra en manos de dos facciones encabezadas por un chef. Reservaciones de tres años para comer en tal lado. Agarrarse a golpes con otros en una fila de espera con el único fin de entrar a tan mentado y famoso restorán. Elegir entre ingredientes rarísimos y gourmet o todo orgánico y de temporada.
Como sea. La cosa es comer ahí. Tragar con estilo y tocar el cielo con la lengua. No importa si no sabemos agarrar de manera correcta los palillos chinos. Total, puedes pagarlo y por ende, comerlo como se te antoje, olvídate si en el camino desgracias el platillo o si le faltas el respeto al chef al atascarte la boca sin saborear. Ni siquiera importa si sabes qué es lo que estás comiendo. Igual va pa’dentro. Porque estás ahí y tienes “eso” en tu plato y otros no.
Y en este contexto aparece Jiro, un chef de sushi que tiene su local en una de las zonas más alejadas y marginadas de la ciudad. Callado y metódico, no tiene empacho en conseguir madera fina para construir su área de trabajo. O aventarse un viaje en la madrugada para ir al mercado y conseguir suministros de la mejor calidad al precio que sea. El festín comienza cuando las facciones antes mencionadas le echan ojo al buen Jiro y manifiesta intenciones de querer anexarlo a sus filas. Nuestro chef no tiene intención alguna de meterse en broncas pero se verá obligado a hacerlo. Pobres de aquellos que lo hicieron salir de detrás de la barra.
Para dar un punto de referencia familiar; la cosa puede tener un regusto tarantinesco. El aroma a sangrita sale de la cocina para jalarte de las fosas nasales y hundirte de golpe la cabeza en el plato. Y aunque a ratos la historia es un tanto ridícula incluso para las reglas que establece, el consejo es que mastiquen lento. Busquen todos los sabores al momento de paladear el bolo alimenticio.
Traguen sabiendo que esta obra viene de un hombre que no se dedicaba a esto, pero que eligió el medio para dar lo mejor y lo peor de sí. Para hacer un poco de justicia, un reclamo a la forma de comer, a la cultura de la presunción y la obsesión por lo caro, por lo raro más allá de los nutrientes, a la vez que es una carta sobre el cariño y cuidado con el que se preparan los alimentos. Creo que para Bourdain era o hacer este cómic o poner una bomba en algún McDonald’s.
Basta verle las orejas a Jiro y googlear el nombre del chef para percatarse que el primero es álter ego del segundo. Y hasta ahí. Si les digo más, le voy a dar esta cosa ya muy masticada. A ver si después de probar esta obra se quedan picados y prueban más de los platillos líricos que dejó como legado el chef viajero.
Bon appetit.