Por Iván “Lex” Montiel
Cuando alguien te insiste en leer un libro y antes de darte una reseña enumera la gran cantidad de premios que éste ha ganado, caes en una trampa que te predispone de manera positiva a apreciar el material en cuestión, y American Born Chinese no es la excepción, pues esta novela gráfica publicada en 2006 obtuvo muchos reconocimientos.
Para empezar, esta obra ganó el premio Eisner a mejor álbum gráfico, el Michael L. Printz (que se otorga al mejor libro escrito para jóvenes lectores), y mejor novela gráfica del año en Amazon.com, entre varios otros, ¿pero qué hace a esta obra algo tan especial?
Este pequeño tomo, escrito y dibujado por el aclamado autor Gene Luen Yang, ha generado tanta aceptación debido, en buena parte, a la diversidad de temas que aborda, pues resultan sumamente estimulantes (y a veces necesarios) para lectores de todas las edades, como el racismo, los estereotipos, o la mitología china, entre muchos otros. Esto mismo le ha hecho tomar un estatus elevado en las aulas de clases estadounidenses, convirtiéndose en una lectura impuesta por muchos maestros a lo largo del país.
Con gran habilidad, el autor intercala tres arcos argumentales que al principio aparentan ser independientes. En la primera historia nos narra las vivencias del Rey Mono de la mitología china (el mismo del que Akira Toriyama tomó la inspiración para Dragon Ball) quien es el dios de los primates, pero eso no le basta, pues es menospreciado por otros entes celestiales, así que se esfuerza por convertirse en una deidad de mayor nivel y ganar el respeto de sus semejantes, al grado de poco a poco perder su propia identidad, lo que al final se vuelve contraproducente, pues obtiene una arrogancia que se convierte en un gran peso.
Después, un hijo de inmigrantes chinos en Estados Unidos toma el protagonismo. Jin Wang no tiene las cosas fáciles, pues tras mudarse de San Francisco, donde pasó toda su infancia, tiene que encajar en una escuela nueva donde es señalado todo el tiempo por ser el niño asiático de la clase. Obviamente sus rasgos físicos son algo fuera de lo común para los otros compañeros de escuela, y esto lo convierte en un niño solitario.
La xenofobia que se inculca culturalmente a veces encuentra caminos sutiles para manifestarse. Sabemos que los niños son quienes tienen menos filtros para decir lo que piensan, y los comentarios emitidos a esa edad pueden convertirse en una agresión muy dolorosa. Por ese motivo, Jin crece evitando cualquier cosa que lo relacione con sus orígenes asiáticos, lo que se vuelve notorio cuando conoce a Wei-Chen Sun, quien más tarde se convertirá en su mejor amigo, pero que al principio le causa una gran vergüenza con su marcado acento chino.
La historia continua años más tarde, cuando está en la secundaria. Como es normal a esa edad, Jin se enamora de una chica de su clase, pero es demasiado tímido para hablarle. Entonces Jin (al igual que el Rey Mono) decide que cambiar de apariencia es la única manera de ganar el corazón de su crush, por lo que consigue un ridículo peinado noventero muy al estilo de los Back Street Boys.
Aunque gracias a su amigo Wei-Chen consigue una cita, el hecho de ser asiático, le nubla las cosas. “Los chinos comen perros y gatos”, “todos los chinos se parecen”, “todo lo hecho en China es de mala calidad”, “si nació en China seguro sabe kung fu”. Estas son algunas de las frases más comunes cuando los occidentales nos referimos a los chinos, y precisamente esa clase de estereotipos, son los que Yang usa de forma prodigiosa para dar forma a la tercera vertiente de su libro.
Danny es el típico adolescente blanco estadounidense que goza de popularidad en su nueva escuela y pertenece al equipo de baloncesto. Su vida es brillante y prometedora, pero cada año hay algo que mina su felicidad y deja secuelas difíciles de superar…
Ojos de rendija, piel amarilla, dientes de conejo, cabello trenzado y traje típico chino. El primo Chin-Kee sin lugar a duda, es la representación gráfica de los prejuicios sobre la cultura oriental y también la pesadilla que cada año va de visita a Estados Unidos para pasar unos días con su querido primo americano.
A regañadientes, Danny lleva a su pariente a la escuela, cosa que le avergüenza de sobremanera, pues Chin-kee es ruidoso, hace bromas pesadas, come cosas asquerosas, acosa a las chicas y sí… responde de manera correcta antes que cualquier otro estudiante las preguntas de los profesores. Esto pone a Danny en situaciones sumamente complicadas, hasta que simplemente no puede aguantar más.
Cuando te acercas a las últimas páginas, la trama da un giro inesperado en el cual las tres historias, narradas en tiempos diferentes, se mezclan y resultan ser la misma.
Así, con gran destreza narrativa, acompañada de ilustraciones fáciles de digerir, Gene Luen Yang usa la voz de varios personajes y nos cuenta una historia muy valiosa en la que todos ellos deben cumplir sus objetivos sin necesidad de perder la esencia de quiénes son para obtener la aceptación de los demás, abrazando sus raíces y enfrentando las dificultades a las que están ligados por sus orígenes étnicos.
Esta obra llena acción y humor, fue el primer gran éxito del autor chino-americano y sin duda merece todos los premios y reconocimientos que ha generado a lo largo de los años. Se trata de una lectura que destaca valores como la tolerancia, el amor propio, el respeto, etc.
Es una novela gráfica tan trascendente, que debería estar en todas las escuelas, librerías y bibliotecas a nivel mundial, pues, aunque habla de un grupo demográfico muy específico, su contenido aplica para personas de cualquier lugar, raza o religión.
Vivimos en un mundo que cada día está más globalizado, y donde los choques culturales son muy comunes. Y eso no es algo malo. Tenemos que aceptarlo y vivirlo con naturalidad. Hoy en día el planeta está lleno de fronteras, y no hay motivo alguno para tenerlas también en la cabeza.