Por Amaury Sánchez Burelo
Cada vez que un funcionario habla, se quema un poco y se expande por los aires un olor a chamusquina, a chamusco, a chamuco. El sistema ya huele a chamuco. Es decir, apesta a mil demonios, pero ya sólo hay demonios muy menores… son los chamucos que, como diría Cri Cri, son pocos, pero son un demonial.
Editorial del primer número de El Chamuco y los hijos el averno (1994)
Entre las revistas que compraba mi padre siempre encontré algunos monitos de Helguera, con los que criticaba al gobierno en el poder. Desde aquella edad muy cercana a la infancia, la caricatura política me atrajo demasiado, tanto así que él comenzó a comprar El Chamuco y los hijos del averno, para disfrutar de las bromas que hacían a los gobernantes y alimentar mi afán por descubrir a los autores que se reunían en sus páginas. Posterior a eso aprendí un poco de historia, leí sobre José Guadalupe Posada, El hijo del ahuizote, Eduardo del Río Rius, Rafael Barajas Durán El Fisgón, José Hernández, Antonio Helguera, y otros caricaturistas que con sus líneas deconstruían el rostro y las emociones de las autoridades que en el poder perdían todo el equilibrio y olvidaban sus promesas ante la sociedad mexicana.
Chamucos al borde de la actualidad
En el blog de Hernández se lee que el 14 de febrero de 1994 salió a la venta la primera edición de la revista El Chahuistle, a manos de Editorial Posada y dirigida por Rius, El Fisgón y Helguera, la cual continuaba la tradición de las revistas de humor crítico en México, y que tenía su antecedente directo en La Garrapata, cuyas tres épocas se editaron en los 60, 70 y 80.
Han pasado 26 años de aquel primer número de El Chamuco, por lo que en estos días es un documento de gran valía, pues aunque las redes sociales permiten difundir rápidamente las ilustraciones de los caricaturistas, estos siguen prefiriendo la hoja impresa para vaciar su ideario ante la vista y tacto de los mexicanos que continúan comprando la revista.
En la editorial del número 400 se lee Modestia aparte, detrás de estos 400 números están 400 esfuerzos por llevarle a usted, apreciable lector, una cuarentena de páginas llenas de humor, amor y uno que otro golpe a la consciencia, dado que en sus primeras hojas se encuentra una adaptación de Augusto Mora al libro El Traidor. El diario secreto del hijo del Mayo, de Anabel Hernández, en el que se devela la conexión del narcotráfico con el gobierno federal de Felipe Calderón Hinojosa. La revista sigue con Los miserables de Patricio, quien juega con la rifa del avión presidencial y entromete a sus personajes a modo de chistorete.
Como si la crítica caricaturizada no bastara con su mordacidad, El muro sí existe y no está hecho de rejas de ladrillos, de Brian Martínez y Berenice Rodríguez enfrenta al lector a un texto completamente reflexivo sobre la situación de los migrantes de Sudamérica. Además, Jerge propone un Surrealismo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), en el que el actual secretario imita el estilo de Magritte, amoldándolo a la realidad con Norteamérica. Por su parte, El pueblo con sed de Chelo, permite reconocer el robo de las aguas en San Pedro y San Pablo Ayutla, donde muchas familias han sido arrebatadas del líquido vital para beneficiar a un grupo delincuencial. En Puras Evas de Cintia Bolio se reafirman fechas importantes como el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, la fundación de la Alianza Internacional para el Sufragio Femenino –IWSA-, y otras relacionadas con Anaïs Nin y Florence Mumba. El número también incluye contenido completamente informativo, noticioso y reinterpretativo de la realidad que viven los mexicanos, en una edición más que no sólo dialoga por medio de los trazos de sus maestros, sino que revela la realidad de este país con monos e infiernos.
La izquierda en el corazón
Desde la fundación de esta revista fue notoria su línea izquierdista, que no trata de ensalzar los discursos de los poderosos, sino que los niega y reinventa, puese estos no se amoldan al momento que vive la ciudadanía. Al reinventar estos discursos, se dejan entrever los trazos e intenciones de los creadores gráficos, que van desde la crítica mordaz hasta la caricaturización de los eventos sociales.
Además de mostrar la realidad tal cual, El Chamuco y los hijos del averno la reinventa y la entrega con monitos, pues hoy más que nunca es necesario que el lector vea, ría, entienda y, recordando la frase popular Sólo me río cuando me duele (también un título publicado por El Fisgón), en lugar de padecer lo que sucede en el país, pueda enfrentarlo con ironía.