Por Iñaki Sánchez
Carecía de fe en su raza, en su derecho de nacimiento, en dioses ni en hombres. Y sobre todo, carecía de fe en sí mismo.
Con estas palabras describe Michael Moorcock, en Navegante sobre los mares del destino, a su protagonista Elric de Melnibone, definiendo a la antítesis del héroe clásico de fantasía.
Hellboy nace como un cómic manerista de los clichés y ambientes de la literatura gótica, fantástica y pulp del siglo XIX y la primera mitad del XX. Su creador, Mike Mignola, se sirve de todo aquello que lo influyó en la infancia y lo presenta como su propio cosmos estético para explorar ambientes silenciosos, oscuros y antiguos, utilizando la historia del arte como una caja de juguetes que acentúa estos espacios y tiempos lejanos. Pero a pesar de la falta de revisión de estos elementos, cuenta con un factor muy moderno, que es el arquetipo de héroe que representa Hellboy.
Mignola se inspiró en su padre, un obrero que a pesar de todo lo que sufre físicamente, continuaba su vida como si nada. Este aspecto de trabajador sobreviviente ante toda las circunstancias tiene un eco muy fuerte en las novelas de Conan el Bárbaro, personaje de Robert E. Howard parcialmente inspirado en las leyendas de los vaqueros fundadores del Viejo Oeste.
Durante la historia Seed of Destruction, Hellboy se encuentra frente a una verdad desconcertante, que se va explorando más y más hasta que encuentra que está destinado a ser la criatura del Fin del Mundo; semejante revelación nos recuerda a los protagonistas de H.P. Lovecraft y su reacción ante un mundo cambiante y caótico, más grande que ellos. Estos dos héroes clásicos sientan las bases para el desarrollo del tema principal del cómic, porque causan una dicotomía muy interesante, ya que el héroe de fantasía épica como Conan es una fuerza que domina a la naturaleza y que continúa hacia adelante sin cuestionarse en ningún momento, mientras que un protagonista del horror cósmico se encuentra perdido ante el pesimismo y nihilismo del universo.
Estos nos plantea un problema existencial ya que también Hellboy cuenta con una dicotomía dentro de la narrativa. Es mitad humano, mitad demonio, pero cada uno de estos lados cuenta con su propia responsabilidad. Como humano es parte del linaje del Rey Arturo, por lo que está destinado a blandir la espada Excalibur y a salvar al mundo como rey de los bretones; pero al ser hijo de un duque de Pandemonium, la capital del Infierno, está encomendado a guiar las fuerzas del ejército hacia la Tierra y extender su reino. Si Hellboy decide tomar Excalibur, su naturaleza demoníaca lo atraerá hacia la oscuridad y desencadenara el mal sobre el planeta, y si toma el comando de las legiones del infierno, perderá su humanidad. ¿Cuál es el camino correcto, si es que existe alguno?
La mayoría de las historias de fantasía siguen un esquema de orden-caos-orden, con protagonistas que ven su mundo corrompido y deben entrar en acción para restaurarlo. Hellboy es un aristócrata quien tiene en manos la decisión de salvar el mundo o destruirlo, y debe elegir a qué maestros servir y a quiénes pisotear. Y en esta búsqueda se encuentra a sí mismo lo más monstruoso y solitario posible. Carece de fe en sí mismo y el mundo alrededor suyo se encuentra ajeno, juzgándolo siempre por lo peor.
Una de las emociones más presentes en la narrativa de Mignola es la melancolía causada por los espacios donde alguna vez hubo gente. Hellboy se la pasa entre estos lugares, reflexionando sobre dejar de seguir un mundo de amos, pero sin tener la seguridad de creer que él puede hacer el bien y ser su propio amo.
La narrativa de Mignola genera una ambientación por medio de secuencias de aspecto a aspecto, nombradas así por Scott McCloud, ya que estas se enfocan en un fragmento del espacio, sin que transcurra el tiempo, viendo una imagen por partes.
En gran medida este ha sido el estilo del Mignolaverse: la inmersión a la mente de un fanático de la estética gótica y las peleas de monstruos. En su protagonista podemos encontrar un aspecto muy postmoderno (el arquetipo del héroe inseguro nació en la década de los 60), que nos invita a preguntarnos en dónde empieza el monstruo, dónde comienza el salvador del mundo y dónde estamos nosotros.
Hellboy pasa por una crisis postmoderna, en la vacuidad de presenciar el Fin del Mundo y, a pesar de tener un sentido de lo justo y de lo injusto, es incapaz de tomar una decisión ante las consecuencias o falta de consecuencias que pueda traer. Por eso es un héroe maldito, pues detrás de un gran acto heroico está la posibilidad de terminar con el mismo mundo o, en este caso, al crear su propio camino, encaminarse a un desenlace trágico con su muerte.
Para ser un cómic que surgió con el fin de presentar peleas entre monstruos, Hellboy invita a preguntarnos a qué aspectos de nuestra vida podemos aferrarnos con seguridad, esperando que con eso no venga lo peor.